Mientras tanto en el apartamento del Cuervo...
La situación de la hija de Laura era cada vez más deprimente. Desde que Luis Fernando y Grecia no pudieron llevarla con ellos, la pequeña Valentina se encontraba sumida en una profunda tristeza.
—No quiero comer eso, sabe muy mal —decía la pequeña Valentina, empujando el plato de comida hacia atrás con desagrado. La comida que Susana le daba le causaba náuseas; cada bocado parecía un castigo.
—Pues eso es lo que hay y te lo vas a comer, o de lo contrario… —le respondió Susana, levantando la mano a punto de pegarle. Pero en ese instante, el Cuervo entró al apartamento y, al ver la escena, se acercó rápidamente a ella, sosteniendo su mano y evitando que le pegara a la niña.
—¿Pero acaso te has vuelto loca? ¡No se te ocurra pegarle! —gritó, molesto. Su voz se escuchó con fuerza en el apartamento, provocando que Valentina se asustara, ya que sabía que eso iba a desatar una discusión entre ellos, una discusión que siempre terminaba de forma vi