Guillermo, con el corazón en un puño, escuchaba atentamente la voz de la Dra. Salazar al otro lado de la línea. La tensión que existía entre él y Monserrat estaba a flor de piel, pero también mantenía la esperanza de que su hija tuviera una oportunidad para vivir.
—¿Cómo le va Sr. Lombardo? Le habla la Dra. Salazar —comenzó con un tono amable pero al mismo tiempo muy profesional. —. Quiero hablar con usted con respecto a los resultados de los estudios de su hija.
—Hola doctora, esperaba su llamada con ansias. Es que mi esposa y yo estamos muy preocupados. ¿Cómo está mi hija? —preguntó Guillermo, su voz se sentía muy temblorosa.
—Entiendo su preocupación, es muy normal. Pero precisamente lo llamo porque le tengo buenas noticias. —le dijo en un tono apacible que devolvió la sonrisa a Guillermo, mientras Monserrat lo miraba con atención.
—¿Buenas noticias? ¿Es en serio? —exclamó mientras tomaba la mano de Monserrat apretándola con fuerza.
—¡Por supuesto que es en serio! Soy una