Guillermo caminaba de un lado a otro en la sala de espera del hospital, frotándose las manos por los nervios. Monserrat estaba siendo atendida en emergencias por el mismo médico que se había encargado de su tratamiento tras el accidente. Había pasado aproximadamente una hora, que para Guillermo se sentía eterna. Las puertas de la emergencia se abrieron de repente y su corazón comenzó a latir con fuerza al ver salir al doctor.
—Señor Lombardo, es un gusto verlo, aunque sea en estas circunstancias. —dijo el doctor, extendiendo su mano.
Guillermo correspondió al saludo, aunque su mano se sentía fría y temblorosa.
—Doctor, ¿cómo está Monserrat? ¿Fue grave la caída? ¿Está bien? — preguntó muy angustiado.
—Cálmese, señor Guillermo, y permítame responderle una pregunta a la vez. —dijo el doctor, colocando una mano en su hombro para intentar calmarlo.
—Es que estoy muy preocupado. Ella está embarazada y al caer perdió el conocimiento.
—Sí, lo sé. Monserrat solo tuvo una pequeña herida en la