Laura temblaba, la presencia de Pablo la perturbaba cada vez más. No tenía idea de lo que iba a decirle, pero estaba tan obstinada con todo lo que estaba viviendo que decidió enfrentarlo.
—¿Qué pasa, Pablo? ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? —preguntó, intentando mantener la voz firme sin demostrarle miedo, aunque por dentro se estaba muriendo del susto.
Pablo la observó con una media sonrisa, sintiéndose completamente seguro de que iba a manipularla a su antojo. Su mirada tenía ese brillo incómodo que hacía que Laura quisiera salir corriendo.
—Laurita, sé perfectamente dónde pasaste la noche —le dijo, dejando escapar una sonrisa llena de malicia.
El rostro de Laura cambió al instante. Se quedó inmóvil, y su piel se tornó más pálida que de costumbre.
—¿Qué… qué estás diciendo? —preguntó con la voz apenas audible, sintiendo que el corazón se le disparaba dentro del pecho. “¿Qué sabe este tipo que se atreve a decirme eso?” se preguntó mentalmente, sin quit