La tensión entre Guillermo y Grecia aumentaba. Él se sentía temeroso, porque sabía que Grecia también podía demandarlo por adulterio, lo que empeoraría mucho su situación con la custodia de los niños. Si ella alegaba que Guillermo la había mantenido a su lado bajo amenaza, eso favorecería fácilmente a Luis Fernando.
—¿Y bien? Estoy esperando que me des una explicación, Guillermo —le decía Grecia, con ambas manos en la cintura, adoptando una actitud desafiante.
Guillermo pensaba: “Dios mío, ¿qué hago? ¿Qué le digo? ¿Cómo sé si el señor Pasquel le contó todo?” Las gotas de sudor caían por su frente. “Piensa, Guillermo, piensa en algo”.
—Grecia, por favor, cálmate. Creo que podemos hablar sin tener que alterarnos. Recuerda que no es conveniente que discutamos y los niños escuchen —le decía, tratando de ganar tiempo para pensar en cómo salir del apuro. Además, quería que Grecia dijera algo más para saber si Pasquel le había contado todo.
—Los niños están en su habitación, así que podemos