14. Menta y chocolate
Catalina
No sé cómo reaccionar mientras entro a la heladería con un muy entusiasta Samuel de la mano y un callado Gabriel detrás mío.
La traidora de Nat simplemente me dio una sonrisa nerviosa y me dijo que me esperaba en el hotel, antes de alejarse y dejarme en medio de esta encrucijada.
Julian se va a morir cuándo se entere…
—¡Ahí nani, ahí!—El grito de mi hijo consigue que varias miradas se dirijan hacia nosotros, aunque la mayoría sonríe mientras un niño de tres años y medio tira de mi mano hacia una mesa con diseño de dinosaurios.
Detrás mío escucho una risa baja y maldigo en el instante en que mi piel se eriza, como si recordara muy bien cada sonido que viene de él.
—Ya voy bebé, pero no corras, te vas a caer.
—No me taigo, nani, apulate, ¡lapido!
Pero bueno… No puedo creer que estoy recibiendo órdenes de un niño de tres años y mucho menos que estoy recibiendo una mirada de ceño fruncido ahora que me he detenido.
—Samuel Reyes, eso ha sido grosero. No se le habla así a mamá.
Mi