Capítulo 41 – Las promesas para que vuelva.
El amanecer llegó sin que me diera cuenta. La sala de espera estaba casi vacía, iluminada por una claridad fría que se filtraba por los ventanales. Margaret dormitaba a mi lado, con la cabeza ladeada y el pañuelo aún apretado entre sus manos. Yo, en cambio, no había podido cerrar los ojos. Cada pitido que alcanzaba desde los pasillos me mantenía alerta, como si temiera que en cualquier momento alguien viniera a darnos la noticia que más temía.
Me levanté despacio, estirando las piernas entumecidas. Una enfermera pasó con un carrito metálico y me sonrió con amabilidad cansada.
—¿Un café, señora Ashford? —me ofreció.
Asentí, agradecida, aunque el líquido caliente apenas logró apaciguar la angustia que me atenazaba el estómago.
Miré de reojo a Margaret. Dormía inquieta, sus labios se movían en un murmullo apenas audible. Me incliné un poco para escuchar, pero solo distinguí un par de palabras entrecortadas: “no otra vez… no esta vez…”.
Sentí un escalofrío. ¿Qué significaban esas palabras