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Cap. 4 Problemas de deuda.

Al escuchar la palabra “ropa”, Ariadna miró el reloj en la pared. Eran las 7:30 a.m.

—Gracias por la oferta, pero ya debo irme —dijo, levantándose rápidamente de la silla.

Subió al dormitorio, recogió el dinero que le había dado Redsy y lo guardó en uno de los bolsillos del overol.

—Te devolveré esta ropa en el club —dijo, dirigiéndose a la puerta.

—¿Y cómo planeas usar el ascensor? —preguntó Redsy, riendo mientras le mostraba la tarjeta en su mano.

Ella se detuvo, dándose cuenta de que no podía salir sin esa tarjeta. Algo preocupada, se dio media vuelta y lo miró.

—No tengas miedo. Como te traje hasta aquí, yo mismo te llevaré a donde tú quieras —dijo Redsy, sonriendo.

—En ese caso... ¿me podrías llevar al club, por favor? —dijo ella, aliviada.

—Sí, claro que sí —respondió Redsy.

Ya en el auto, Redsy decidió hacerle algunas preguntas.

—Por cierto... ¿cuál es tu verdadero nombre?

—¿Qué? ¿Por qué quieres saberlo? Eso no es de tu incumbencia —respondió Ariadna, molesta.

—De hecho, sí lo es. Si trabajas en el club y yo soy el nuevo dueño... eso me convierte en tu jefe, ¿verdad?

Ella lo pensó unos segundos. Nunca le había dicho su verdadero nombre a un cliente. Decírselo a él se sentía extraño.

—Está bien... me llamo Ariadna —dijo ella algo incomoda.

—¿Te importa si te empiezo a llamar Ari? —dijo sonriendo.

—Eres mi jefe, así que llámame como quieras.

—Bien, Ari. Te voy a ser sincero. La razón por la que quiero comprarte ropa... es porque destruí tu lencería.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué lo hiciste?! —dijo muy molesta.

—Odio la lencería de ese color —dijo Redsy algo molesto.

—¿Así que estuve toda la noche sin ropa interior porque la destruiste? Si fuiste a comprar ropa y traje de baño, ¿por qué no compraste ropa interior simple? Es vergonzoso estar así —dijo ella molesta, queriendo golpearlo, pero se contuvo porque era su jefe.

La razón por la que Redsy no compró ropa interior era simple: vergüenza. Años atrás, algo le había marcado. Si ya lo miraban raro por preguntar por ropa de mujer, comprar ropa interior habría sido aún peor.

—Lo siento mucho. Así que Ari... ¿qué ropa quieres? Y de paso aprovecho para comprar ropa para mis chicas.

—¿Tus chicas? —dijo algo confundida.

—Planeo expandir el club y traer a varias de ellas. Les gusta la lencería de lujo, y les prometí que les compraría lo mejor.

Ariadna, sorprendida, preguntó:

—¿Buscas una tienda de lencería y disfraces sexys?

—Sí. ¿Conoces alguna?

Ella se iluminó.

—Trabajo en una tienda así. Se llama SUCCUBUS ROSE. Yo puedo...

Redsy frenó de golpe. Por suerte, Ariadna llevaba el cinturón de seguridad.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? Ya van dos veces que... —dijo ella molesta.

—Lo siento —dijo interrumpiéndola y disculpándose—. Es que me sorprende que una tienda como esa esté en este país. Dime... ¿su ropa es de buena calidad?

Ella dejó de estar molesta. Si Redsy compraba mucho, podría llevarse una buena comisión. Tenía que convencerlo.

—Sí. Tenemos gran variedad de tallas y diseños, con materiales como algodón, poliéster, lana, poliamida, elastano y seda. Incluso disfraces. Estoy segura de que a tus chicas les encantará. Puedo llevarte después de cambiarme —dijo ella sonriendo.

—Me parece bien —dijo Redsy sonriendo.

Al llegar al club, Ariadna se bajó.

—Espérame solo diez minutos. Me cambiaré rápido.

Pero en lugar de entrar al club, cruzó hacia el edificio de enfrente.

—¿Un momento...? ¿Ella vive ahí? —pensó Redsy, sorprendido.

Miró el edificio viejo y murmuró:

—Creo que se va a enojar cuando le diga que debe abandonar ese lugar...

En ese momento, Carolina apareció.

—Jefe Redsy, buenos días.

—¡No aparezcas de la nada! —dijo Redsy, sobresaltado.

—Lo siento. Tenemos un problema... Por cierto, ¿esa chica era Ari?

—¿Tú también la llamas así? Un momento... tú la conoces bien, ¿verdad?

Carolina dudó un momento.

—Podría decirse que sí.

—Entra al auto y cuéntame sobre ella.

Carolina se subió.

—¿Qué quiere saber?

—Tiene dos trabajos. ¿Tiene una deuda?

Carolina bajó la mirada, con pena.

—Lamentablemente sí. Ella... y casi todas las chicas tienen una deuda con Tony.

—¿Las otras también?

—Sí. Ese es el problema del que quería hablarle. Esta mañana, todas recibieron llamadas de amenaza. Tony les dijo que, aunque ya no es el jefe, aún tienen una deuda que pagar.

—¿Y cuál es el problema? —pregunto Redsy.

—Les exigió el pago completo para este fin de semana... o sus seres queridos serán lastimados.

Redsy apretó el volante, molesto.

—Eso es ilegal. Y poco ético.

—Lo sé. Pero ellas firmaron sin leer el contrato...

Carolina se aferró a Redsy, como suplicando.

—¿Usted no puede hacer algo para ayudarlas?

Redsy podría deshacerse de Tony y las deudas fácilmente. Pero por ahora, estaba más interesado en SUCCUBUS ROSE. Si era una tienda falsa, el dueño sería castigado. Si era la verdadera... también.

Entonces se le ocurrió una idea.

—Lo tengo.

Sacó su celular y llamó.

—Hola, Karma... no, no te llamo por eso... que no, no te llamo por ella. Ya lo superé... sí, ya lo superé. Necesito tu ayuda. Te enviaré su nombre y foto. Ya sabes qué hacer. ¿Cómo que no tienes tiempo? Me lo debes, ¿recuerdas?... Bien. Gracias.

Colgó y sonrió.

—Problema resuelto. Diles a las chicas que ya no deben preocuparse por la deuda.

—Ok. Muchas gracias —dijo Carolina, sonriendo.

Se bajó del auto y se fue feliz. Confiaba en Redsy por ahora.

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