—No puedes hacerme esto, Marta —murmuró Marcos, apretando con fuerza los puños y la mandíbula.
Aunque sentía ganas de derribar todo lo que tenía frente a él, tuvo que contenerse su ira. ¿Cómo iba a explicarle a Laura su comportamiento? Se asomó nuevamente a la ventana y la vio pasearse por el jardín con suma tranquilidad. En ese instante, sintió rabia. Ella era la culpable de lo que estaba pasando. Ella le había dicho a Marta sobre su encuentro de esa noche anterior.
Por su manía de andad contando sobre cosas íntimas, ahora Marta no quería saber de él.
—Todo esto es tu culpa, Laura. Todo. —espetó.
Tenía que encontrar alguna manera para salir de allí e ir a buscarla. No iba a permitir que Marta simplemente lo desechara como a un juguete.
Laura iba a abrir la puerta para entrar cuando se topó con Marcos.
—¿A dónde vas? —preguntó Laura al ver que salía con afán.
—Tengo que ir a la empresa, me llamó el vigilante diciendo que la puerta de mi oficina está abierta. Y no sé si la dejé