Durante el almuerzo, como solía hacerlo desde el momento que Marta aceptó ser su vientre en alquiler, Laura no hacía otra cosa que hablar del bebé.
En algún momento, Marta se sintió incómoda. Por primera vez, se sintió usada.
—Pronto tendrás a la niña en brazos. —contestó en tono cortante, a uno de sus tantos comentarios.
—Eso me hace tan feliz. Deseo tanto que ese momento llegue.
—Debes tener paciencia —habló Marcos al sentir que el ambiente, que ya de por sí era bastante tenso, tuviera un final explosivo.
—Sí, lo sé, mi amor. —respondió rodeando los ojos.
Minutos más tarde, mientras Marta le daba instrucciones a su empleada, Marcos bajaba el equipaje hasta el coche.
—Cuídese mucho, señorita. Voy a extrañarla mucho.
—No me voy del país. Vendré a verte cada vez que pueda. Sabes que no me agrada la idea pero, no puedo hacer más nada.
—Lo sé, señorita. No va a ser fácil estar cerca del señor Marcos —susurró.
Marta guardó silencio. Nadie mejor que ella podía dar fe de ello. Sól