—No podemos seguir con esto, entiéndelo —Marta exhaló un suspiro de pesar.— Es mejor dejar esto hasta aquí y que cada quien siga con su vida.
Marcos apretó los puños con fuerza, conteniendo la rabia, la tristeza y la impotencia que le provocaba aquella situación. Porque aunque él desearía poder hacer algo para demostrarle lo que sentía… lo cierto era que no tenía mucho que ofrecerle a Marta.
No lo que en realidad, ella merecía. Un hombre que la amara y protegiera de todo, de todos.
—No sé qué decirte. Quizás tienes razón y no tiene sentido que sigamos con esto. —respondió él con voz temblorosa.— He sido yn imbécil al venir aquí a exigirte y reclamarte cuando tú no me perteneces. —exhaló profundo.— ¡Adiós Marta!
Marcos se giró para irse, cuando sintió que ella tiraba de su brazo con fuerza y lo atraía hacia ella.
—No, joder. No te vayas —dijo con voz rota.— ¡No quiero que te vayas, tú no Marcos!
La rubia lo abrazó con fuerza, rodeándolo por el torso con sus brazos y refugiándose en