Capítulo 7
Volver a casa después de lo que paso fue extraño. El auto era el mismo. Las calles eran iguales. Incluso el cielo tenía ese gris de costumbre, pero yo… yo ya no era la misma.
Sentí el cambio en mi cuerpo, por dentro y en mi alma. Estaba vacía. Vacía y llena al mismo tiempo. Llena de dudas, llena de miedo; vacía de energía, de fuerza y de fe.
Thiago abrió la puerta del auto para mí en cuanto llegamos, como si fuera una escena de esas películas donde el marido perfecto cuida a su esposa con ternura. Solamente que esto no era una película y él no era perfecto en ninguno de los sentidos.
Él era el mismo hombre que me había roto el alma sin compasión. El mismo que me había convertido en la burla de todos y el mismo que se acostaba con Isabela mientras yo firmaba papeles, sonreía ante cámaras, o vomitaba en silencio cuando nadie miraba y aun así, ahí estaba. Cargando mi maleta y caminando a mi lado mirándome como si tuviera miedo de que desapareciera.
— ¿Quieres descansar un poc