Catalina, decidida a recuperar a Erick, fue a visitarlo al hospital. Esa mañana llegó temprano, acercándose con los nervios a flor de piel para preguntar por él en recepción. La enfermera, con una sonrisa amable le indicó que fue trasladado de terapia intensiva a un cuarto normal del cuarto piso. Corrió escaleras arriba con el corazón palpitando a mil, decidida a arreglar las cosas entre ambos.
Al llegar, se detuvo en la puerta, tratando de calmar su respiración y arregló un poco su cabello. Se adentró en la sala y vió a Erick en la cama, luciendo tan hermoso, salvaje en indomable como siempre.
—Hola...—, dijo bajito, con cierta timidez en la voz. Él no respondió, ni siquiera se dignó a dedicarle una mirada.
La luz fría de la sala de hospital envolvía a Erick y Catalina, volviendo aquel escenario en uno frío y cargado de fatalidad. Los monitores seguían parpadeando, pero el sonido de las alarmas había cesado, dejando solo el zumbido eléctrico y el ritmo entrecortado de su respiració