Capítulo 65. La visita
Le hablo, pero no me responde. Recuerdo lo que mi padre me dijo y veo mi reloj: dos cuarenta y cinco de la mañana; esa es la hora que se me quedará clavada como una daga en el corazón.
Me abrazo a su cuerpo y lloro sin control; él no merecía esto, él lo merecía todo y yo no supe dárselo, no supe amarlo como merecía; sin embargo, él me amó con todo su ser y siempre buscó mi felicidad.
Me quedo ahí abrazada a él, le hablo con la esperanza de que todo esto sea una pesadilla y él me responda con su característica voz dulce y diciéndome cosas tiernas, bromeando conmigo, pero no es así; esta noche perdí, perdí algo sagrado que la vida me obsequió y que yo no supe valorar y eso, maldición, cómo duele; en estos momentos quisiera regresar el tiempo y volver a esos días donde fui feliz con él.
Me niego a moverme de aquí, pero su cuerpo empieza a sentirse frío; sé que tengo que avisar, pero es que siento que al hacerlo sería como dar por hecho lo que me estoy negando a creer desde hace una hora