Me llevan directo a quirófano; mi doctora dice que todo va bien, me empieza a pedir que puje; me cohíbo un poco al tener ahí de espectadores a mi padre y a Roberto.
La doctora por fin llega al final de su paciencia y le pide a mi padre que se aleje y la deje trabajar, por igual a Roberto, al cual manda que me dé apoyo, pero yo en estos momentos estoy queriendo matarlo.
—Escúchame bie, idiota, esto lo pagarás, ¡ahhhh1 te juro que cada dolor que estoy sintiendo lo pagarás, ¡ahhhh, ohhh, ay, te odio tanto! no sé cómo me dejé engatusar por tu lindo rostro, pero escucha, esto no me volverá a pasar, ¿me escuchas? ¡Ahhhhhhh, dios, ya no puedo! —La doctora dice que puje una vez más, que ya se ve su cabecita; yo aprieto con todas mis fuerzas la mando de Roberto, doy un grito desgarrador y luego se escucha el llanto de mi hija.
—Mira qué hermosa es. La doctora me la acerca para que la vea y le dé un beso y en verdad que es hermosa; nunca imaginé sentir un amor así, pero ver a mi hija es la expe