Al entrar al auto, Mora esperaba todo tipo de reclamo de parte de Amadeo.
Así sucedió.
En el asiento de adelante iban los custodios, que se habían enterado que la joven y hermosa mujer era el motivo actual de disputa entre los dos empresarios.
Ellos también, como los custodios de Piero, eran sordos, ciegos y mudos en lo que respecta a su jefe.
-Ahora me vas a explicar muy clarito, por qué me mentiste.
-No te mentí, te dije que estaba acompañando a mi alumna en el velorio de su madre.
-Primero, nunca me dijiste que pasaste con él la noche.
Ella se sobresaltó a su pesar, pero le respondió con firmeza.
-Pasé la noche del velorio con una niña en mis brazos que lloraba a mares la muerte de su madre, no podía dejarla sola.
-Tiene niñeras y a su padre.
-Piero no estaba en condiciones de contener a su hija.
Esa respuesta enfureció a Amadeo.
-¡Vamos! Siempre la cagó.
-¡Eso lo sabés porque compartían prostitutas!
-Yo era soltero y él no.
-Ok, pero si tenés esas costumbres no sé si las dejaste d