Damon
Me falta el aliento mientras abrazo a Alina. Su cuerpo está frío, demasiado frío.
Su respiración es débil, entrecortada. Sus labios están azulados. La llevo hasta la cama rudimentaria en la cabaña abandonada, mis músculos temblando por el esfuerzo. Sus ojos están entrecerrados, pero siento su mirada seguirme.
— Alina, quédate conmigo, ¿de acuerdo? —murmuro mientras paso una mano temblorosa por su cabello húmedo.
No responde. Un escalofrío la recorre, y su cuerpo se arquea levemente, como si una fuerza invisible intentara romperla desde adentro.
Me inclino sobre ella, mi corazón latiendo furiosamente contra mi pecho.
— ¡Alina! ¡Alina, abre los ojos!
Sus párpados parpadean lentamente. Luego sus ojos se abren —pero ya no son los mismos. Las iris son negras como una noche sin luna, atravesadas por un destello metálico plateado.
— Damon…
Su voz es débil, quebrada. Extiendo una mano hacia su rostro, pero una onda helada recorre mi cuerpo tan pronto como mi piel roza la suya.
— ¿Qué… qué te está pasando?
Ella sacude débilmente la cabeza.
— Él… Él está en mí.
Mi sangre se hiela.
— ¿Quién?
— Ezra.
Una ira sorda se eleva en mí. Ezra. Ese maldito bastardo. Le ha hecho algo.
Aprieto los dientes, sintiendo mis colmillos rozar mis labios. Mi lobo está cerca, listo para saltar, para desgarrar a ese monstruo en pedazos.
— Voy a matarlo.
— ¡No!
Alina se incorpora de repente, sus ojos ardiendo con esa luz oscura. Sus dedos se aferran a mi muñeca, una fuerza sobrenatural en su agarre.
— Damon, no entiendes… él ha ligado su poder al mío. Si lo matas… yo moriré con él.
— ¿Qué?!
La miro, en shock. Ella sacude la cabeza, su pecho subiendo y bajando al ritmo de su respiración errática.
— No puedo controlarlo. Ha dejado una parte de él en mí.
— Entonces lo arrancaremos. Encontraré una solución.
— ¡No puedes, Damon! —Su voz se eleva, temblorosa—. ¡Es demasiado tarde!
— No.
La tomo por los hombros, hundiendo mi mirada en la suya.
— No es demasiado tarde. Te voy a salvar, Alina. Lo juro por mi vida que te voy a traer de vuelta.
Ella aparta la mirada, su cuerpo temblando bajo mis manos.
— Tengo… tengo miedo.
La abrazo contra mí, mis labios rozando su frente.
— Estoy aquí. No estás sola.
Un ruido en el bosque nos hace sobresaltar. Mi oído capta el crujir de las ramas y los pasos pesados de un lobo que se acerca.
Me levanto de un salto, mis músculos tensos.
— Quédate aquí, le digo a Alina.
Ella sacude la cabeza, aferrándose a mi mano.
— No, Damon…
— Regreso, te lo prometo.
Desato suavemente mis dedos de su agarre y salgo de la cabaña. El bosque es oscuro, una leve bruma flotando entre los árboles. Percibo un olor familiar en el aire: la sangre.
Y el olor de Ezra.
Me transformo en un segundo, mis músculos retorciéndose mientras mis huesos crujen bajo la presión de la mutación. Mi lobo surge, mis garras raspando la tierra húmeda. Me lanzo entre los árboles, siguiendo el olor pegajoso de la sangre.
— ¡Ezra! —grito.
Una sombra se recorta en las tinieblas. Unos ojos escarlatas aparecen entre los troncos. Una figura delgada y esbelta avanza en la bruma. Ezra. Su sonrisa torcida es cruel, afilada.
— Damon. Por fin.
Gruño, mostrando mis colmillos.
— Lo que le hiciste a Alina… lo pagarás.
Él ríe suavemente, con los brazos cruzados sobre su pecho.
— Solo he revelado lo que ya estaba en ella.
Salto, pero él esquiva con un paso fluido. Extiende una mano hacia mí, y una onda de sombra brota de su palma, enviándome violentamente contra un árbol.
— Ella es mía, Damon. No puedes cambiar eso.
Me levanto, el aliento entrecortado, mi sangre hirviendo.
— Nunca será tuya.
Cargo hacia él, pero esta vez soy más rápido. Llego a su costado, mis garras hundiéndose en su carne. Él gruñe, su sangre negra goteando sobre el suelo.
— Hijo de…
Lo golpeo contra el suelo, mis colmillos rozando su garganta.
— ¡Nunca la tocarás de nuevo!
Él sonríe, incluso bajo el dolor.
— ¿Crees que puedes protegerla? —Ríe suavemente—. Ella me dejará entrar. No tendrá otra opción.
— ¡Cállate!
Aprieto mi mandíbula, listo para desgarrarle la garganta —pero una voz suave, quebrada, me paraliza.
— Damon…
Alina.
Me vuelvo. Ella está allí, de pie en la bruma, sus ojos brillando de sombra y luz. Su rostro es pálido, su cabello empapado pegado a su frente.
Ezra ríe.
— ¿Ves? Ya me llama.
Me lanzo hacia él, pero desaparece en una nube de sombra, su risa resonando en la noche.
— Damon…
Me apresuro hacia Alina, tomándola en mis brazos.
— Estoy aquí. Estoy aquí, mi amor.
Ella se desploma contra mí, su respiración corta.
— Lo siento… lo siento…
— No es tu culpa.
La levanto en mis brazos y regreso hacia la cabaña. Ella está destrozada, pero aún está aquí. Mientras esté aquí, puedo salvarla.
Pero lo siento en mis entrañas.
Ezra no ha dicho su última palabra.
Damon El silencio de la noche pesa como un sudario. Alina está en mis brazos, su respiración errática contra mi pecho. Cada inspiración es dolorosa, cada latido de su corazón resuena como una campana en mi cabeza. La deposito suavemente sobre la cama improvisada en la cabaña, mis dedos rozando la curva frágil de su rostro. Su tez es lívida, sombras violáceas marcan la piel bajo sus ojos. — Alina… quédate conmigo. Sus párpados parpadean débilmente. Una lágrima resbala por su mejilla. Ella murmura algo inaudible, su voz apagada por el cansancio y el dolor. Me inclino, mi frente tocando la suya. — ¿Qué dijiste? — Lo siento… Sus labios tiemblan. Paso una mano por su cabello, el corazón al borde de la explosión. — No es tu culpa. No tienes la culpa de nada. — Sí… Su aliento es entrecortado. Está dentro de mí ahora. Cierro los ojos. Ezra. Ese bastardo. Se ha insinuado en ella, como una sombra venenosa que la roe desde adentro. Si no hago nada, la poseerá por completo.
DamonLa mañana es oscura, el cielo cargado de nubes gruesas. El aire es pesado, saturado con la tensión de la noche anterior. La cabaña está sumida en un silencio opresivo, solo perturbado por la respiración corta de Alina contra mi pecho.Ella duerme, pero su rostro está tenso, como si su mente aún estuviera encadenada a lo que Ezra le hizo. Mi brazo está alrededor de su cintura, mis dedos acariciando inconscientemente la curva de su espalda. Su piel está fría, demasiado fría.Cierro los ojos, mi mandíbula se tensa bajo la rabia impotente que me consume. Ezra. Ese bastardo se atrevió a marcarla, a atarla a él. Y ahora, ni siquiera puedo matarlo sin arriesgarme a perderla también a ella.— ¿Estás despierto?La voz de Alina es débil, apenas un susurro. Bajo la mirada y encuentro su mirada. Sus pupilas están dilatadas, una luz oscura en el fondo de sus iris dorados.— Sí, murmuro acariciando su cabello. ¿Cómo te sientes?Ella esboza una débil sonrisa.— Como si una sombra me rozara baj
AlinaEl frío me atraviesa hasta los huesos. Mis párpados son pesados, pero el sonido ronco de la respiración de Damon me saca de las profundidades del vacío. Abro los ojos con dificultad, la luz pálida de la luna reflejándose a través de las grietas del techo de la cabaña. Mi cuerpo está entumecido, como si algo se hubiera roto dentro de mí.Una mano caliente envuelve la mía, y siento la presión de sus dedos. Damon está sentado a mi lado, su rostro tenso, marcado por la preocupación. Sus ojos ámbar, casi dorados bajo la luz lunar, están velados por una sombra que nunca había visto.— Alina...Su voz es áspera, rota. Roza mi mejilla con la yema de los dedos, y una calidez familiar se propaga bajo mi piel.— Damon... murmuro.Cierra los ojos, y un escalofrío recorre su cuerpo. Sus labios tiemblan. Me mira como si estuviera a punto de desaparecer.— ¿Estás bien? pregunta con voz tensa.Asiento lentamente con la cabeza.— ¿Se ha ido?Damon aparta la mirada. Su mandíbula se contrae.— Por
Capítulo 1 – La PresaAlinaEl bosque parece querer tragarme por completo. Cada paso es una agonía; mis pies desnudos se cortan en las piedras, mis piernas golpeadas ceden bajo la fatiga. El aire helado se infiltra bajo mi vestido desgarrado, mordiendo mi piel en llamas. No soy más que un animal acorralado, jadeante, desesperado.Corro hacia una frontera invisible, una última esperanza ilusoria. El viento azota mis mejillas empapadas de lágrimas y sudor. Cada respiración es un gemido. Mis fuerzas me abandonan, una a una.Detrás de mí, se acercan. Sombras. Lobos. Mi propia manada, convertida en manada de caza.A sus ojos, no soy más que una ofrenda sacrificial. Un trozo de carne débil, abandonado a la crueldad de aquel a quien todos temen.Damon.Su nombre resuena en mi cabeza como un látigo.Un alfa implacable, más bestia que lobo, que ha forjado un imperio en el miedo y la sangre. Se dice que se alimenta de la debilidad, que la devora y escupe lo que no es digno de él. Y ahora, soy y
AlinaEl barro se adhiere a mi piel, helado, mientras Damon me observa, de pie, impasible, como si decidiera si me va a matar o a mantener.Cada latido de mi corazón es una súplica silenciosa. Mi respiración es entrecortada, mis miembros tiemblan, todo en mí grita debilidad.Y él, se regodea en eso.— Levántate, ordena de nuevo, su voz áspera desgarrando la noche como un látigo.Intento ponerme de pie. Mis brazos flaquean. Mis rodillas se hunden en la tierra empapada. Soy ridícula. Miserable. Y sé que es lo que quiere. Que quiere verme luchar en vano contra mi propia impotencia.Un gruñido frustrado ruge en su pecho. En dos zancadas, está sobre mí, asiéndome sin piedad del cabello, arrancándome un grito ahogado.Tira, forzando mi rostro hacia el suyo, tan cerca que puedo ver la chispa de desprecio danzar en sus ojos de fiera.— Ni siquiera tienes la dignidad de mantenerte erguida, susurra en mi oído. No eres nada. Menos que una loba. Menos que una perra.Sus palabras me desgarran por
DamonElla me desafía. Incluso allí, frágil, agotada, al borde del colapso, ella me desafía.Esa chispa de rebeldía en sus ojos me consume con un deseo crudo. La mayoría de los seres se derrumban ante la primera mordida. Ella no. Ella se rebela, por dentro, aunque su cuerpo ya traiciona sus límites.La llevo de regreso a mi dominio con un paso firme, atravesando el bosque como un espectro negro. Alina pesa poco en mis brazos, su aliento ligero rozando mi garganta. Pero esa fragilidad no es más que una ilusión. Lo sé. Lo he visto.Mis hombres, ocultos en las sombras de los árboles, se congelan a mi paso. Ninguno se mueve. Ninguno se atreve a cruzar mi mirada. Saben mejor que nadie que cuando estoy en este estado – excitado, hambriento, peligroso – es mejor mantenerse alejado.Las grandes rejas de hierro forjado chirrían en un susurro siniestro a mi acercamiento. Mi dominio. Mi santuario. Mi trampa.Una mansión colosal surge en el corazón del bosque, sus piedras oscuras rezumando
AlinaMe despierto de un sobresalto, con la respiración entrecortada, el cuerpo temblando. La oscuridad de la habitación me golpea como un puñetazo, opresiva, asfixiante. El miedo me aprieta, me envuelve, me vuelve vulnerable. Mis pensamientos son confusos, enredados por el eco de su voz. Ahora eres mía. Sus palabras martillean mis sienes, resuenan en cada fibra de mi ser.Llevo una mano temblorosa a mi garganta, sintiendo aún el calor de su aliento contra mi piel. Damon. Esa bestia seductora, ese depredador implacable. Sus ojos negros me persiguen. Me ha salvado, sí. Pero, ¿de qué, y a qué precio?Me incorporo, los músculos adoloridos protestando ante el más mínimo movimiento. Mi vestido, desgarrado, deja una parte de mi piel al aire. Una quemadura en mi hombro recuerda el roce de sus garras. Me estremezco al recordarlo, una calidez y un terror que se mezclan de manera extraña en mí. No puedo permitirle tener ese poder sobre mí. No ahora.Me levanto, mis pies descalzos encuentran el
AlinaLa puerta se cierra violentamente, y la voz de Damon estalla a través de la madera, llena de amenaza y control.— Levántate.Gimo, el miedo y la ira mezclándose en mi estómago. Mi lobo interior tiembla, nervioso, como si estuviera atrapado. Estoy atrapada en esta mansión, bajo su control. Y sin embargo, una parte de mí grita que huya.— No soy una esclava. Susurro, pero sé que mi voz no tiene nada de convincente.Otro golpe retumba. Esta vez, la madera de la puerta tiembla bajo la violencia de su puño. La amenaza es clara, nítida. Si no me muevo, vendrá a buscarme.Me enderezo lentamente. Mi cuerpo protesta, mis músculos adoloridos, pero no tengo opción. Debo someterme, o vendrá, me romperá aún más.Cruzo la distancia hasta la puerta, la abro brutalmente. Damon está allí, apoyado en el marco, con una mirada salvaje, dominante, sus brazos cruzados sobre su torso desnudo. Su presencia es abrumadora, su silueta esculpida en la sombra.Sigo vestida con el vestido rasgado de la noche