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Capítulo 41 – La sombra en la sangre

Alina

Permanezco de rodillas, con la respiración entrecortada. Damon se arrodilla frente a mí, sus manos tomando mi rostro entre sus palmas.

— Alina… mírame.

Levanto lentamente la vista.

— ¿Qué me está pasando?

— Lo descubriré. Te lo prometo.

Me besa suavemente en la frente, su aliento cálido contra mi piel.

— Te protegeré, Alina. No importa el precio.

Me dejo ir contra él, mis fuerzas abandonándome lentamente. Damon me levanta en sus brazos y me atrae hacia él, su corazón latiendo fuerte bajo mi mejilla.

— Estoy aquí, murmura. No te dejaré hundirte.

Damon

Con la respiración entrecortada, contemplo la frágil silueta de Alina, acurrucada contra mi pecho. Su rostro es pálido, sus ojos entrecerrados, y siento su aliento errático contra mi piel. La luz temblorosa del fuego revela el sudor perlado en su frente y el temblor de sus manos.

Paso una mano por su cabello, abrazándola más fuerte contra mí. Mi corazón late violentamente en mi pecho, incapaz de calmarse después de lo que acaba de suceder. No es solo la confrontación con Ezra lo que me ha perturbado. Es lo que vi en los ojos de Alina. Ese destello oscuro, ardiente, ese poder oscuro que nunca debió estar ahí.

Ezra lo sabía. Sabía que ella era diferente.

— Alina… murmuro contra su cabello.

Ella tiembla, pero no responde. Sus párpados parpadean lentamente, como si luchara contra el sueño o… algo más.

Siento la sangre de Ezra en mis manos, el gusto metálico aún presente en mi boca. Podría haberlo matado. Debería haberlo matado. Pero desapareció antes de que pudiera asestar el golpe mortal. Esa sonrisa en su rostro… Sabía que había ganado algo esa noche.

— Damon…

Su voz es débil. La siento moverse ligeramente en mis brazos. La coloco delicadamente en el suelo de la caverna, arrodillándome cerca de ella. Su rostro está tenso, su respiración entrecortada.

— Estoy aquí, murmuro.

Ella abre los ojos con dificultad. Sus pupilas son de un negro profundo, demasiado oscuro. Frunzo el ceño, colocando una mano en su fría mejilla.

— ¿Qué está pasando? pregunto suavemente.

Ella sacude débilmente la cabeza.

— Yo… No lo sé. Él… despertó algo.

— ¿Qué?

Su mirada se nubló de angustia.

— Algo dentro de mí… oscuro…

Una ola helada me recorre la espalda.

— No es posible.

Ella cierra los ojos, y su cuerpo comienza a temblar. Veo una sombra ondular bajo su piel, una luz oscura recorrer sus venas.

— ¡Alina!

Sus ojos se abren bruscamente. Iris negros, brillantes, atravesados por destellos plateados. Una extraña calidez emana de ella.

— Yo… No puedo… controlar…

La tomo por los hombros, pero una onda de choque explota a su alrededor. Mi cuerpo es proyectado hacia atrás, golpeando violentamente la pared de la caverna.

— Maldita sea…

Me levanto con una mueca. Alina sigue en el suelo, pero un aura oscura flota a su alrededor.

Y en el centro de esa oscuridad, Ezra reaparece.

— Ella es hermosa, ¿verdad?

— Tú… gruño.

Ezra se arrodilla a su lado, su mano rozando su mejilla. Alina no reacciona, su mirada vacía fija en el techo de la caverna.

— Te lo advertí, Damon. Ella es mía.

Me levanto lentamente, mis músculos tensos por la rabia.

— Retrocede.

— ¿O qué?

Salto hacia él, pero una onda de oscuridad surge de Alina, clavándome al suelo. Ezra ríe suavemente.

— No estás a la altura de ella, Damon. Nunca lo has estado.

— Hijo de…

— Mírala.

Giro la cabeza hacia Alina. Su cuerpo tiembla bajo la presión de esta energía oscura. Su rostro está retorcido por el dolor.

— Ella no puede controlarlo, continúa Ezra. Pero yo puedo ayudarla.

Muerdo mi labio.

— Nunca tendrás ese poder sobre ella.

— ¿Ah, sí?

Ezra se inclina y posa sus labios contra la frente de Alina. Ella tiembla violentamente, un grito ahogado escapando de su garganta.

— ¡Detente! grito.

Ezra ríe al levantarse.

— Eres patético, Damon. Siempre creyendo que puedes salvarla. Pero ella ya está perdida.

Desaparece en una bruma de sombra, dejándome solo con Alina.

Me arrastro hacia ella, tomando su rostro entre mis manos.

— ¡Alina! ¡Alina, quédate conmigo!

Ella abre los ojos, pero su mirada sigue nublada de sombra.

— Damon…

— Estoy aquí. Te sacaré de aquí.

Ella sacude débilmente la cabeza.

— No sé si es posible.

Apreto su mano con la mía.

— Encontraré una solución. Te lo juro.

Ella tiembla contra mí, y la abrazo más fuerte, posando mis labios contra su frente.

— No te dejaré caer. Nunca.

Pero en el fondo de mí, siento que la batalla apenas comienza. Ezra ha despertado algo en ella… algo que no estoy seguro de poder detener.

La noche es pesada. El cielo es negro, saturado de nubes gruesas que ocultan las estrellas. Una fina bruma cae a nuestro alrededor, haciendo que el aire sea húmedo y helado.

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