El silencio de la noche pesa como un sudario. Alina está en mis brazos, su respiración errática contra mi pecho. Cada inspiración es dolorosa, cada latido de su corazón resuena como una campana en mi cabeza.
La deposito suavemente sobre la cama improvisada en la cabaña, mis dedos rozando la curva frágil de su rostro. Su tez es lívida, sombras violáceas marcan la piel bajo sus ojos.
— Alina… quédate conmigo.
Sus párpados parpadean débilmente. Una lágrima resbala por su mejilla. Ella murmura algo inaudible, su voz apagada por el cansancio y el dolor. Me inclino, mi frente tocando la suya.
— ¿Qué dijiste?
— Lo siento…
Sus labios tiemblan. Paso una mano por su cabello, el corazón al borde de la explosión.
— No es tu culpa. No tienes la culpa de nada.
— Sí… Su aliento es entrecortado. Está dentro de mí ahora.
Cierro los ojos. Ezra. Ese bastardo. Se ha insinuado en ella, como una sombra venenosa que la roe desde adentro. Si no hago nada, la poseerá por completo.
— No te la llevarás, Alina. Te lo prometo.
Me enderezo, apretando los puños. Mi respiración es corta, mis músculos tensos por la rabia. Si Ezra cree que va a quitármela, se equivoca.
Un ruido en el bosque me hace sobresaltarme. Una rama cruje. Una silueta emerge de las sombras, avanzando lentamente hacia la cabaña. El olor me golpea de lleno: sangre, ceniza… y magia negra.
Ezra.
Me levanto de un salto, una onda helada recorriendo mi columna. Mi lobo ruge en mi pecho, listo para saltar.
— ¡Muéstrate!
Una risa ronca retumba en la noche. La silueta avanza, y los rasgos de Ezra aparecen bajo la tenue luz de la luna. Viste de negro, una aura oscura ondeando a su alrededor. Sus ojos brillan con un rojo oscuro.
— Damon. Sonríe. He venido a recuperar lo que me pertenece.
— No te pertenece.
— ¿De verdad? Inclina la cabeza. Entonces, ¿por qué su corazón late al mismo ritmo que el mío? ¿Por qué mis sombras fluyen en sus venas?
Gruño, sintiendo mis colmillos alargarse en mi boca.
— ¡Sal de su cabeza!
Ezra ríe suavemente.
— No estoy en su cabeza, Damon. Estoy en su alma.
Salto hacia él, pero él esquiva con una gracia sobrenatural. Mi puño atraviesa una sombra, y Ezra reaparece detrás de mí.
— Ella es mía ahora. No puedes hacer nada al respecto.
— ¡Te voy a matar!
Me doy la vuelta, garras al frente, pero él levanta una mano. Una onda negra me golpea de lleno, enviándome contra la pared de la cabaña. El impacto me corta la respiración, y un dolor agudo atraviesa mi espalda.
Ezra avanza lentamente, su sonrisa ampliándose.
— Eres patético, Damon. Un lobo que cree que puede luchar contra las tinieblas.
— Te destruiré…
— No puedes matarme sin matarla a ella también.
Mi corazón se detiene un latido.
— ¿Qué?
— Estamos ligados, Damon. Si muero, ella morirá conmigo.
Un aullido de rabia sube por mi garganta. Mis garras se clavan en el suelo, el lobo dentro de mí empujando por liberarse.
— Entonces encontraré otra solución.
— No hay ninguna.
Una sombra se desliza en la cabaña. Alina está de pie. Su mirada está vacía, su cuerpo temblando. Avanza hacia Ezra, como hipnotizada.
— ¡Alina! ¡No!
Ella no me oye. Ezra extiende la mano hacia ella, y ella la toma.
— Ella es mía ahora, Damon.
Salto, pero una barrera de sombras surge frente a mí. Mi cuerpo es proyectado hacia atrás, y caigo al suelo con un golpe sordo.
Ezra se acerca a Alina, y sus labios rozan su frente.
— Pronto, ella será completamente mía.
Ruge, levantándome.
— ¡Suéltala!
Concentro toda mi fuerza en un golpe de garras. La sombra se rompe, y me lanzo hacia él. Esta vez, lo toco. Mis garras se clavan en su pecho, y él grita de dolor.
— ¡Damon!
Alina se desploma al suelo. Ezra se disipa en una sombra negra, desapareciendo en un silbido helado.
Me apresuro hacia ella.
— ¡Alina!
Su aliento es débil. Sus ojos parpadean.
— Damon…
La tomo en mis brazos, mi corazón latiendo con fuerza.
— Estoy aquí. Quédate conmigo.
— Yo… creo que todavía lo escucho.
— No. Se ha ido. No te llevará.
— Pero… volverá…
La aprieto contra mí, su aliento cálido contra mi garganta.
— Entonces lo esperaré. Y esta vez, lo destruiré.
La beso en la frente, y una lágrima rueda por mi mejilla. Ella está rota, pero aún está viva. Y mientras esté viva, lucharé por ella.
La agarro, sintiendo una ola de calor atravesarme. La niebla se disipa.
Ezra desaparece en un grito desgarrador.
Abro los ojos.
Alina está en mis brazos, su aliento cálido contra mi piel.
— Eres libre, murmuro.
Ella me mira, una lágrima cayendo por su mejilla.
— Me has salvado.
La beso, el corazón latiendo.
— Siempre.
Me adelanto, mis colmillos brillando bajo la luz irreal.— Te voy a destruir, Ezra.
Ezra ríe suavemente.
— Ven a intentarlo.
Salto.
Siento sus sombras agarrándome, envolviéndome en un agarre helado. Pero sigo avanzando.
Alcanzo a Ezra. Mis garras se clavan en su pecho.
— ¡Sal de ella!
Ezra grita, su cuerpo retorciéndose bajo el impacto de mi rabia.
— ¡Damon!
Alina está ahí, extendiendo la mano hacia mí.
— ¡Toma mi mano!
DamonLa mañana es oscura, el cielo cargado de nubes gruesas. El aire es pesado, saturado con la tensión de la noche anterior. La cabaña está sumida en un silencio opresivo, solo perturbado por la respiración corta de Alina contra mi pecho.Ella duerme, pero su rostro está tenso, como si su mente aún estuviera encadenada a lo que Ezra le hizo. Mi brazo está alrededor de su cintura, mis dedos acariciando inconscientemente la curva de su espalda. Su piel está fría, demasiado fría.Cierro los ojos, mi mandíbula se tensa bajo la rabia impotente que me consume. Ezra. Ese bastardo se atrevió a marcarla, a atarla a él. Y ahora, ni siquiera puedo matarlo sin arriesgarme a perderla también a ella.— ¿Estás despierto?La voz de Alina es débil, apenas un susurro. Bajo la mirada y encuentro su mirada. Sus pupilas están dilatadas, una luz oscura en el fondo de sus iris dorados.— Sí, murmuro acariciando su cabello. ¿Cómo te sientes?Ella esboza una débil sonrisa.— Como si una sombra me rozara baj
AlinaEl frío me atraviesa hasta los huesos. Mis párpados son pesados, pero el sonido ronco de la respiración de Damon me saca de las profundidades del vacío. Abro los ojos con dificultad, la luz pálida de la luna reflejándose a través de las grietas del techo de la cabaña. Mi cuerpo está entumecido, como si algo se hubiera roto dentro de mí.Una mano caliente envuelve la mía, y siento la presión de sus dedos. Damon está sentado a mi lado, su rostro tenso, marcado por la preocupación. Sus ojos ámbar, casi dorados bajo la luz lunar, están velados por una sombra que nunca había visto.— Alina...Su voz es áspera, rota. Roza mi mejilla con la yema de los dedos, y una calidez familiar se propaga bajo mi piel.— Damon... murmuro.Cierra los ojos, y un escalofrío recorre su cuerpo. Sus labios tiemblan. Me mira como si estuviera a punto de desaparecer.— ¿Estás bien? pregunta con voz tensa.Asiento lentamente con la cabeza.— ¿Se ha ido?Damon aparta la mirada. Su mandíbula se contrae.— Por
Capítulo 1 – La PresaAlinaEl bosque parece querer tragarme por completo. Cada paso es una agonía; mis pies desnudos se cortan en las piedras, mis piernas golpeadas ceden bajo la fatiga. El aire helado se infiltra bajo mi vestido desgarrado, mordiendo mi piel en llamas. No soy más que un animal acorralado, jadeante, desesperado.Corro hacia una frontera invisible, una última esperanza ilusoria. El viento azota mis mejillas empapadas de lágrimas y sudor. Cada respiración es un gemido. Mis fuerzas me abandonan, una a una.Detrás de mí, se acercan. Sombras. Lobos. Mi propia manada, convertida en manada de caza.A sus ojos, no soy más que una ofrenda sacrificial. Un trozo de carne débil, abandonado a la crueldad de aquel a quien todos temen.Damon.Su nombre resuena en mi cabeza como un látigo.Un alfa implacable, más bestia que lobo, que ha forjado un imperio en el miedo y la sangre. Se dice que se alimenta de la debilidad, que la devora y escupe lo que no es digno de él. Y ahora, soy y
AlinaEl barro se adhiere a mi piel, helado, mientras Damon me observa, de pie, impasible, como si decidiera si me va a matar o a mantener.Cada latido de mi corazón es una súplica silenciosa. Mi respiración es entrecortada, mis miembros tiemblan, todo en mí grita debilidad.Y él, se regodea en eso.— Levántate, ordena de nuevo, su voz áspera desgarrando la noche como un látigo.Intento ponerme de pie. Mis brazos flaquean. Mis rodillas se hunden en la tierra empapada. Soy ridícula. Miserable. Y sé que es lo que quiere. Que quiere verme luchar en vano contra mi propia impotencia.Un gruñido frustrado ruge en su pecho. En dos zancadas, está sobre mí, asiéndome sin piedad del cabello, arrancándome un grito ahogado.Tira, forzando mi rostro hacia el suyo, tan cerca que puedo ver la chispa de desprecio danzar en sus ojos de fiera.— Ni siquiera tienes la dignidad de mantenerte erguida, susurra en mi oído. No eres nada. Menos que una loba. Menos que una perra.Sus palabras me desgarran por
DamonElla me desafía. Incluso allí, frágil, agotada, al borde del colapso, ella me desafía.Esa chispa de rebeldía en sus ojos me consume con un deseo crudo. La mayoría de los seres se derrumban ante la primera mordida. Ella no. Ella se rebela, por dentro, aunque su cuerpo ya traiciona sus límites.La llevo de regreso a mi dominio con un paso firme, atravesando el bosque como un espectro negro. Alina pesa poco en mis brazos, su aliento ligero rozando mi garganta. Pero esa fragilidad no es más que una ilusión. Lo sé. Lo he visto.Mis hombres, ocultos en las sombras de los árboles, se congelan a mi paso. Ninguno se mueve. Ninguno se atreve a cruzar mi mirada. Saben mejor que nadie que cuando estoy en este estado – excitado, hambriento, peligroso – es mejor mantenerse alejado.Las grandes rejas de hierro forjado chirrían en un susurro siniestro a mi acercamiento. Mi dominio. Mi santuario. Mi trampa.Una mansión colosal surge en el corazón del bosque, sus piedras oscuras rezumando
AlinaMe despierto de un sobresalto, con la respiración entrecortada, el cuerpo temblando. La oscuridad de la habitación me golpea como un puñetazo, opresiva, asfixiante. El miedo me aprieta, me envuelve, me vuelve vulnerable. Mis pensamientos son confusos, enredados por el eco de su voz. Ahora eres mía. Sus palabras martillean mis sienes, resuenan en cada fibra de mi ser.Llevo una mano temblorosa a mi garganta, sintiendo aún el calor de su aliento contra mi piel. Damon. Esa bestia seductora, ese depredador implacable. Sus ojos negros me persiguen. Me ha salvado, sí. Pero, ¿de qué, y a qué precio?Me incorporo, los músculos adoloridos protestando ante el más mínimo movimiento. Mi vestido, desgarrado, deja una parte de mi piel al aire. Una quemadura en mi hombro recuerda el roce de sus garras. Me estremezco al recordarlo, una calidez y un terror que se mezclan de manera extraña en mí. No puedo permitirle tener ese poder sobre mí. No ahora.Me levanto, mis pies descalzos encuentran el
AlinaLa puerta se cierra violentamente, y la voz de Damon estalla a través de la madera, llena de amenaza y control.— Levántate.Gimo, el miedo y la ira mezclándose en mi estómago. Mi lobo interior tiembla, nervioso, como si estuviera atrapado. Estoy atrapada en esta mansión, bajo su control. Y sin embargo, una parte de mí grita que huya.— No soy una esclava. Susurro, pero sé que mi voz no tiene nada de convincente.Otro golpe retumba. Esta vez, la madera de la puerta tiembla bajo la violencia de su puño. La amenaza es clara, nítida. Si no me muevo, vendrá a buscarme.Me enderezo lentamente. Mi cuerpo protesta, mis músculos adoloridos, pero no tengo opción. Debo someterme, o vendrá, me romperá aún más.Cruzo la distancia hasta la puerta, la abro brutalmente. Damon está allí, apoyado en el marco, con una mirada salvaje, dominante, sus brazos cruzados sobre su torso desnudo. Su presencia es abrumadora, su silueta esculpida en la sombra.Sigo vestida con el vestido rasgado de la noche
AlinaPor la mañana, la luz helada del día se filtra a través de las amplias ventanas de la mansión, infiltrándose en la habitación como una brisa cortante. Estoy acostada en la cama, agotada, cada músculo de mi cuerpo me recuerda el entrenamiento de la noche anterior. El dolor aún es intenso, pero solo añade a la extraña emoción que burbujea en mí. Cada combate, cada caída, cada contacto brutal con Damon, todo me ha dejado sin aliento, mi cuerpo en llamas, pero mi mente atormentada.¿Por qué esta atracción? ¿Por qué esta desgarradora sensación con cada movimiento de Damon, cada orden que me lanza, cada abrazo violento? Debería odiarlo. En lugar de eso, una parte de mí quiere más.Un golpe seco en la puerta me saca de mis pensamientos.— Alina. Baja. Ahora.Su voz, fría y autoritaria, me golpea como un látigo. No espera. Exige.Aprieto los dientes, mis muñecas aún duelen por las llaves de la noche anterior. Una parte de mí, con un sabor a rebeldía en la garganta, me grita que le desob