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Capítulo 40 – El peso de la elección

Alina

El silencio de la caverna es opresivo. El fuego crepita suavemente, proyectando sombras titilantes en las paredes de piedra. Estoy sola, con los brazos enrollados alrededor de mis rodillas, el corazón latiendo a un ritmo irregular.

Ezra se ha ido. Lo vi desaparecer en el bosque, su mirada oscura y decidida grabada en mi memoria. Va a rastrearlo. Va a enfrentarse a Damon. Pero esta vez, siento que algo ha cambiado. La ira de Ezra es diferente —más salvaje, más cruda.

Me estremezco al pasar una mano por mi cabello empapado de sudor. Las palabras de Damon resuenan aún en mi mente: "Este fuego en ti… no proviene de él. Es tuyo."

¿Qué significa eso?

Cierro los ojos, tratando de calmar el tormento que agita mis pensamientos. Desde que Damon me tocó, he sentido que algo se despierta en mí. Un calor oscuro, hipnótico, que no me pertenece del todo… o quizás sí.

Un susurro en la entrada de la caverna me hace saltar. Me levanto bruscamente, con la respiración entrecortada. Una figura aparece en la sombra.

— ¿Ezra?

La figura avanza lentamente, y mi corazón se aprieta al reconocer la andar ágil y depredador. Pero no es Ezra.

— Damon…

Sale de la sombra, su sonrisa carnívora aferrada a sus labios. Sus ojos brillan con un resplandor insano, su rostro marcado por la sangre seca y una cortadura a lo largo de su mandíbula.

— Sabía que estarías aquí.

Retrocedo instintivamente, mis manos crispándose a lo largo de mi cuerpo.

— ¿Qué quieres?

— Lo que me pertenece.

Mi espalda golpea la pared de la caverna. Damon se acerca lentamente, su mirada ardiente fija en mí.

— No te pertenezco, Damon.

Él ríe suavemente.

— ¿No? Entonces, ¿por qué respondiste a mi llamado? ¿Por qué tu cuerpo tiembla cuando estoy cerca?

— No eres tú.

— ¿Estás segura? murmura mientras roza mi mejilla con la punta de los dedos.

Me estremezco a pesar de mí misma. Un calor oscuro se despierta en mí, envolviendo mis sentidos. Mi corazón se acelera, dividido entre el rechazo y la atracción.

— Detente.

— No puedes negar este vínculo, Alina. Lo sientes, como yo. Este fuego en ti… no proviene de Ezra.

Lo empujo bruscamente, pero Damon agarra mi muñeca con una fuerza implacable.

— ¡No me toques!

— Tienes miedo de lo que sientes, ¿verdad?

— ¡Suéltame!

— ¿O qué?

Una sombra se mueve de repente en la entrada de la caverna. Un rugido sordo resuena en el aire. Damon suelta de repente mi mano y retrocede un paso.

Ezra está allí, su mirada brillando con un resplandor dorado, su cuerpo tenso por la ira.

— Damon…

La sonrisa de Damon se ensancha.

— Ah, llegas justo a tiempo.

Ezra avanza lentamente, su mirada fija en Damon. Su cuerpo está tenso, listo para atacar.

— Te lo advertí.

— Sí, y aun así, aquí estoy.

— Has venido a provocarla.

Damon estalla en risa.

— He venido a recordarle quién es realmente. No te pertenece, Ezra. No pertenece a nadie.

Ezra gruñe, sus ojos brillando de rabia.

— Si vuelves a poner la mano sobre ella, te juro que te arranco la garganta.

— Oh, estoy seguro de que lo deseas con todas tus fuerzas.

Damon se vuelve hacia mí, su mirada ardiente.

— Pero no es a ti a quien le pertenece. Ella deberá elegir.

Ezra se lanza. Sus cuerpos chocan en un ruido sordo. Damon rueda por el suelo, pero se levanta al instante, la sonrisa aún fija en su rostro.

Luchan con una violencia brutal. Las garras de Ezra desgarran la carne de Damon, pero este responde con una velocidad aterradora. Desaparecen en la sombra de la caverna, sus gruñidos y el ruido de los golpes resonando en el espacio cerrado.

Retrocedo, el corazón latiendo. El miedo y la rabia se entrelazan en mí. No puedo quedarme aquí sin hacer nada.

— ¡Deténganse!

Mi voz se quiebra en el tumulto. Pero no escuchan. Ezra empuja a Damon contra la pared de la caverna, sus colmillos brillando a la luz del fuego.

— ¡Ella es mía!

— ¡No! grito.

Un aliento helado se esparce de repente por la caverna. El fuego titila. Damon y Ezra se detienen, sus miradas volviéndose hacia mí.

Siento que algo se libera en mí. Una ola de calor oscuro, ardiente, se eleva en mis venas.

Mi respiración se vuelve corta. Mi cuerpo se ilumina con un resplandor oscuro.

Ezra retrocede, su mirada agrandada por la sorpresa.

— Alina…

Damon sonríe lentamente.

— Por fin.

— ¿Qué me has hecho? murmuro.

— No he hecho nada. Eres tú quien se ha despertado.

Temblando, mi corazón late a un ritmo frenético.

— No…

— Sí. Este poder, esta oscuridad en ti… ha estado ahí desde el principio. Solo espera ser liberada.

Caigo de rodillas, mis manos crispadas sobre mi pecho. Un dolor intenso me atraviesa.

Ezra se acerca lentamente.

— Alina, mantente conmigo.

Damon ríe suavemente.

— No puede escapar de ti ahora.

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