El silencio después de la explosión de luz es ensordecedor. Mi respiración es corta, mis manos aún tiemblan por el efecto de la descarga de energía que ha devastado el claro. Damon está tendido en el suelo, su torso elevándose débilmente bajo el peso de su respiración entrecortada.
Me inclino hacia él, el corazón latiendo a un ritmo frenético.
— Damon… ?
Sus párpados tiemblan antes de abrirse lentamente. Sus ojos oscuros se cruzan con los míos, brillando con una luz de preocupación y asombro.
— Alina… ¿Qué has hecho?
Sacudo la cabeza, aún aturdida por el poder que brotó de mí hace unos momentos. Mis palmas hormiguean, como si una energía residual aún vibrara bajo mi piel.
— No lo sé… murmuro.
Damon gime al intentar incorporarse, pero lo retengo de inmediato.
— No te muevas. Estás herido.
— Estoy bien.
Frunzo el ceño al ver la sangre que asoma en la comisura de sus labios. No está "bien". Ha recibido el golpe de lleno, y la magia oscura de Cillian ha dejado marcas visibles en su torso. Largas líneas oscuras surcan su piel, pulsando débilmente como una herida envenenada.
— No estás bien. Paso mis dedos sobre una de las marcas, sintiendo la negrura silbar bajo mi piel. Necesito curarte.
— No puedes. Su mano se posa sobre la mía, su mirada grave. Cillian ha utilizado una magia antigua. Esta maldición no puede ser rota fácilmente.
— Entonces, encontraremos una manera.
Me mira un momento, su mirada cargada de una mezcla de admiración y temor.
— Alina… Lo que hiciste hace un momento…
Tiemblen al recordar esa ola de energía que brotó de mí, arrancándome casi de mí misma. No era magia ordinaria. Era cruda, incontrolada… y familiar.
— No sé qué era. Apretando los dientes, mi voz tiembla. Pero lo sentí… Había algo en mí, una fuerza antigua.
Damon pasa sus dedos por mi mejilla, su mirada oscura fijándose en mí con una intensidad ardiente.
— Yo también lo sentí. Esa magia… proviene de tu sangre.
Frunzo el ceño.
— ¿Mi sangre?
— Tu legado, Alina. Estás ligada a algo poderoso… algo antiguo.
Un escalofrío recorre mi espalda. Las palabras de mi madre regresan repentinamente a mi memoria: Eres especial, Alina. Un día, comprenderás por qué.
Pero nunca supe lo que eso significaba. Hasta ahora.
— Si este poder proviene de mí… entonces lo usaré. Me enderezo, el corazón latiendo con fuerza. Lo usaré para salvarte.
Damon intenta levantarse, pero una mueca de dolor tensa su rostro.
— No entiendes. Si usas esta magia sin controlarla… podría consumirte.
— No me importa.
— Alina… Toma mi mano, su mirada oscureciéndose. No quiero perderte.
Me inclino hacia él, mi frente tocando la suya.
— Y yo me niego a perderte.
Coloco mis labios sobre los suyos en un beso desesperado. Su mano se desliza por mi cabello, atrayéndome hacia él a pesar del dolor que sacude su cuerpo.
El sabor de la sangre se mezcla con el calor de su boca. Me besa con una urgencia febril, como si temiera que fuera la última vez.
— Te salvaré, Damon. Te lo prometo.
Me levanto, la mirada ardiente de una nueva determinación.
— Encontraré a Cillian. Y esta vez… lo destruiré.
— No irás a ninguna parte.
Me giro bruscamente. Ezra emerge de la sombra, su largo abrigo negro ondeando tras de él. Su mirada penetrante está fijada en mí con una dureza glacial.
— ¿Ezra?
— ¿Qué piensas hacer exactamente? ¿Enfrentar a Cillian sola? Su tono es cortante, casi burlón.
— Si tengo que hacerlo, sí.
Ezra se ríe, su sonrisa torcida iluminada por la fría luz de la luna.
— Estás loca. Cillian no es un simple lobo. Es el portador de un antiguo pacto. Su poder supera todo lo que puedas imaginar.
— Entonces ayúdame. Me acerco a él, desafiándolo con la mirada. Si sabes cómo detenerlo, dímelo.
Ezra me examina, su mirada negra detenida en mi rostro, como si buscara una fisura en mi determinación.
— Has despertado algo.
— ¿Qué?
— Una magia antigua. Sanguínea. Es la sangre de la línea real de los omega. Tienes esa magia dentro de ti… Pero es inestable. Si no la controlas, podría destruirte.
— Entonces, enséñame a dominarla.
Ezra arquea ligeramente las cejas.
— ¿Hablas en serio?
— Más que nunca.
Me evalúa un momento, su sonrisa cruel ampliándose lentamente.
— Muy bien, Alina. Si estás lista para sumergirte en la oscuridad… te enseñaré.
Un escalofrío recorre mi espalda. Damon aprieta mi mano, su mirada preocupada.
— Alina…
— Lo haré, Damon. Por ti.
Ezra extiende la mano hacia mí.
— Entonces ven. El entrenamiento comienza ahora.
Tomo una última respiración antes de colocar mi mano en la suya.
Un escalofrío helado recorre mi columna vertebral. Ezra sonríe.
— Bienvenida a la sombra, Alina.
Capítulo 1 – La PresaAlinaEl bosque parece querer tragarme por completo. Cada paso es una agonía; mis pies desnudos se cortan en las piedras, mis piernas golpeadas ceden bajo la fatiga. El aire helado se infiltra bajo mi vestido desgarrado, mordiendo mi piel en llamas. No soy más que un animal acorralado, jadeante, desesperado.Corro hacia una frontera invisible, una última esperanza ilusoria. El viento azota mis mejillas empapadas de lágrimas y sudor. Cada respiración es un gemido. Mis fuerzas me abandonan, una a una.Detrás de mí, se acercan. Sombras. Lobos. Mi propia manada, convertida en manada de caza.A sus ojos, no soy más que una ofrenda sacrificial. Un trozo de carne débil, abandonado a la crueldad de aquel a quien todos temen.Damon.Su nombre resuena en mi cabeza como un látigo.Un alfa implacable, más bestia que lobo, que ha forjado un imperio en el miedo y la sangre. Se dice que se alimenta de la debilidad, que la devora y escupe lo que no es digno de él. Y ahora, soy y
AlinaEl barro se adhiere a mi piel, helado, mientras Damon me observa, de pie, impasible, como si decidiera si me va a matar o a mantener.Cada latido de mi corazón es una súplica silenciosa. Mi respiración es entrecortada, mis miembros tiemblan, todo en mí grita debilidad.Y él, se regodea en eso.— Levántate, ordena de nuevo, su voz áspera desgarrando la noche como un látigo.Intento ponerme de pie. Mis brazos flaquean. Mis rodillas se hunden en la tierra empapada. Soy ridícula. Miserable. Y sé que es lo que quiere. Que quiere verme luchar en vano contra mi propia impotencia.Un gruñido frustrado ruge en su pecho. En dos zancadas, está sobre mí, asiéndome sin piedad del cabello, arrancándome un grito ahogado.Tira, forzando mi rostro hacia el suyo, tan cerca que puedo ver la chispa de desprecio danzar en sus ojos de fiera.— Ni siquiera tienes la dignidad de mantenerte erguida, susurra en mi oído. No eres nada. Menos que una loba. Menos que una perra.Sus palabras me desgarran por
DamonElla me desafía. Incluso allí, frágil, agotada, al borde del colapso, ella me desafía.Esa chispa de rebeldía en sus ojos me consume con un deseo crudo. La mayoría de los seres se derrumban ante la primera mordida. Ella no. Ella se rebela, por dentro, aunque su cuerpo ya traiciona sus límites.La llevo de regreso a mi dominio con un paso firme, atravesando el bosque como un espectro negro. Alina pesa poco en mis brazos, su aliento ligero rozando mi garganta. Pero esa fragilidad no es más que una ilusión. Lo sé. Lo he visto.Mis hombres, ocultos en las sombras de los árboles, se congelan a mi paso. Ninguno se mueve. Ninguno se atreve a cruzar mi mirada. Saben mejor que nadie que cuando estoy en este estado – excitado, hambriento, peligroso – es mejor mantenerse alejado.Las grandes rejas de hierro forjado chirrían en un susurro siniestro a mi acercamiento. Mi dominio. Mi santuario. Mi trampa.Una mansión colosal surge en el corazón del bosque, sus piedras oscuras rezumando
AlinaMe despierto de un sobresalto, con la respiración entrecortada, el cuerpo temblando. La oscuridad de la habitación me golpea como un puñetazo, opresiva, asfixiante. El miedo me aprieta, me envuelve, me vuelve vulnerable. Mis pensamientos son confusos, enredados por el eco de su voz. Ahora eres mía. Sus palabras martillean mis sienes, resuenan en cada fibra de mi ser.Llevo una mano temblorosa a mi garganta, sintiendo aún el calor de su aliento contra mi piel. Damon. Esa bestia seductora, ese depredador implacable. Sus ojos negros me persiguen. Me ha salvado, sí. Pero, ¿de qué, y a qué precio?Me incorporo, los músculos adoloridos protestando ante el más mínimo movimiento. Mi vestido, desgarrado, deja una parte de mi piel al aire. Una quemadura en mi hombro recuerda el roce de sus garras. Me estremezco al recordarlo, una calidez y un terror que se mezclan de manera extraña en mí. No puedo permitirle tener ese poder sobre mí. No ahora.Me levanto, mis pies descalzos encuentran el
AlinaLa puerta se cierra violentamente, y la voz de Damon estalla a través de la madera, llena de amenaza y control.— Levántate.Gimo, el miedo y la ira mezclándose en mi estómago. Mi lobo interior tiembla, nervioso, como si estuviera atrapado. Estoy atrapada en esta mansión, bajo su control. Y sin embargo, una parte de mí grita que huya.— No soy una esclava. Susurro, pero sé que mi voz no tiene nada de convincente.Otro golpe retumba. Esta vez, la madera de la puerta tiembla bajo la violencia de su puño. La amenaza es clara, nítida. Si no me muevo, vendrá a buscarme.Me enderezo lentamente. Mi cuerpo protesta, mis músculos adoloridos, pero no tengo opción. Debo someterme, o vendrá, me romperá aún más.Cruzo la distancia hasta la puerta, la abro brutalmente. Damon está allí, apoyado en el marco, con una mirada salvaje, dominante, sus brazos cruzados sobre su torso desnudo. Su presencia es abrumadora, su silueta esculpida en la sombra.Sigo vestida con el vestido rasgado de la noche
AlinaPor la mañana, la luz helada del día se filtra a través de las amplias ventanas de la mansión, infiltrándose en la habitación como una brisa cortante. Estoy acostada en la cama, agotada, cada músculo de mi cuerpo me recuerda el entrenamiento de la noche anterior. El dolor aún es intenso, pero solo añade a la extraña emoción que burbujea en mí. Cada combate, cada caída, cada contacto brutal con Damon, todo me ha dejado sin aliento, mi cuerpo en llamas, pero mi mente atormentada.¿Por qué esta atracción? ¿Por qué esta desgarradora sensación con cada movimiento de Damon, cada orden que me lanza, cada abrazo violento? Debería odiarlo. En lugar de eso, una parte de mí quiere más.Un golpe seco en la puerta me saca de mis pensamientos.— Alina. Baja. Ahora.Su voz, fría y autoritaria, me golpea como un látigo. No espera. Exige.Aprieto los dientes, mis muñecas aún duelen por las llaves de la noche anterior. Una parte de mí, con un sabor a rebeldía en la garganta, me grita que le desob
DamonLa noche es espesa, silenciosa, pero mi mente está en ebullición. Alina duerme pacíficamente en la cama a mi lado, su respiración regular calmando temporalmente la rabia que ruge en mis venas. Sin embargo, incluso en su sueño, me atrae irresistiblemente. Su olor dulce llena el aire, y mi lobo lucha por no ceder al instinto.AlinaEl silencio de la mansión es opresivo. Solo el crepitar discreto del fuego en la chimenea y el sonido de mis pasos resuenan en el largo pasillo de piedra. Las palabras de Viktor giran en mi mente: "Si no la marcas, alguien más lo hará."Un escalofrío recorre mi espalda. Odio la idea de ser vista como una presa. Una ómega se supone que debe ser sumisa, obediente, destinada a doblegarse al capricho de un alfa. Pero no soy una ómega ordinaria.Me detengo frente a una gran puerta de madera maciza. Detrás, puedo sentir la presencia de Damon. Su aura oscura y poderosa late a través de la madera, una fuerza magnética que atrae y asusta al mismo tiempo.La abro
AlinaMe despierto de un sobresalto, el corazón latiendo a mil por hora. La oscuridad de la habitación me envuelve, y la frescura de la noche resbala sobre mi piel desnuda. Damon ya no está. Lo siento incluso antes de comprobarlo. Su olor almizclado, esa mezcla de pino y cuero, aún está presente en el aire, pero su ausencia es una evidencia.Me siento lentamente en la cama, pasando una mano por mi cabello desordenado. Mi corazón todavía late demasiado rápido, una ansiedad sorda comprimiendo mi pecho. Damon se ha ido. Pero, ¿por qué?El mansión está en silencio, apenas perturbado por el sonido del viento que silba contra las ventanas. Una brisa fría se desliza por debajo de la puerta de la habitación, levantando un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.Me levanto, enrollando una manta alrededor de mis hombros, y me acerco a la puerta. Mi pie descalzo roza la alfombra de seda, y el eco de mis pasos resuena en el pasillo vacío.Un retumbo sordo sube desde la planta baja. Instint