Alina
Grito su nombre.
— ¡Damon!
Su cuerpo se desploma pesadamente sobre el suelo, su aliento cortado. La luz escarlata del círculo mágico aún pulsa bajo él, como un corazón enfermo a punto de ceder. Me apresuro hacia él, resbalando sobre la tierra húmeda, mis manos temblorosas posándose sobre su torso inmóvil. Su aliento es débil. Demasiado débil.
— No... No, no, no...
Coloco mis manos sobre su pecho, buscando desesperadamente una señal de vida. La neblina negra que se eleva a nuestro alrededor parece espesarse, cortándome la respiración. Cillian está a unos pasos, su rostro iluminado por una satisfacción glacial.
— Oh, Alina... ¿No pensabas que sería tan fácil?
Mi mirada se eleva hacia él, cargada de una rabia oscura.
— ¡Eres un monstruo! ¿Qué le has hecho?!
Se acerca lentamente, su paso silencioso resonando en la atmósfera pesada. Se agacha frente a mí, su mirada roja brillante de diversión.
— ¿Lo que he hecho? Solo he reclamado lo que me pertenece. Damon firmó