Alina
El frío me entumece hasta los huesos mientras salgo del dominio de Adrian, el peso de sus palabras cayendo sobre mí como una sentencia. Damon camina a mi lado, tenso, su energía oscura irradiando de su cuerpo como una sombra lista para desatarse. Las antorchas colgadas en las paredes de piedra proyectan una luz titilante, dibujando sombras amenazantes a nuestro alrededor.
— Miente, suelta Damon con voz ronca.
Sacudo la cabeza, la mirada fija enfrente.
— No. Dice la verdad.
— ¿Una ofrenda de sangre y vínculo? Sabes lo que eso significa, Alina.
Me detengo en seco, girándome hacia él. Sus ojos brillan con un resplandor dorado bajo la luz de las antorchas, su lobo gruñendo bajo la superficie.
— Por supuesto que lo sé, Damon.
— Entonces, ¿por qué considerar creerle?!
Se acerca bruscamente, su aliento caliente rozando mi mejilla. Su mirada es oscura, feroz.
— Porque no tenemos elección.
Damon gruñe, colocando sus manos sobre mis hombros.
— Encontraremos otro me