Alina
La noche ha caído desde hace varias horas cuando Damon me lleva de regreso a casa. Su brazo está firmemente enrollado alrededor de mi cintura, y su cuerpo tenso contra el mío emana un calor reconfortante. Sin embargo, siento la tensión en sus músculos, el peso de la duda que pesa sobre sus hombros. No ha dicho nada desde que Luka se fue. Su silencio es pesado, casi opresivo.
— Damon… murmuro mientras deslizo mis dedos a lo largo de su antebrazo.
Él se detiene frente a la puerta de nuestra habitación, su mirada oscura fija en la madera maciza.
— Él oculta algo, dice finalmente.
— Tal vez… Pero Luka siempre nos ha sido leal. Lo sabes.
Él sacude la cabeza, la mirada dura.
— La lealtad tiene límites. Cuando el miedo o la ira se instalan, incluso el aliado más fiel puede convertirse en un traidor.
Me estremezco.
— ¿De verdad crees que Luka podría…?
— No lo sé.
Él empuja la puerta, llevándonos adentro de la habitación. La pieza está bañada en una tenue luz dorada