Alina
El frío muerde mi piel mientras permanezco inmóvil en el bosque, mis brazos rodeando mi cintura en un intento desesperado de calentarme. El eco de los pasos de Damon se ha desvanecido hace tiempo, pero su ausencia me quema más cruelmente que el viento helado que se filtra a través de mi vestido ligero.
Mi corazón aún late a un ritmo frenético. La sensación de sus labios sobre los míos, de sus manos ardientes recorriendo mi piel, está grabada en mi memoria. Y sin embargo, él se ha ido. Una vez más.
Me deslizo contra el tronco de un árbol, mis rodillas dobladas contra mi pecho. La bruma nocturna se aferra a las hojas, una fina película de humedad cubriendo mis brazos desnudos.
¿Por qué siempre se aleja?
¿Por qué me huye cuando arde con el mismo deseo que yo?
Cierro los ojos, intentando calmar el tumulto en mi pecho. Pero todo lo que siento es este vacío inmenso que deja tras de sí.
— ¿Realmente crees que te dejará entrar?
Me incorporo bruscamente, el corazón latiendo. Una silueta