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Capítulo 18 – La Llamada de la Sangre  

Alina

El frío muerde mi piel mientras permanezco inmóvil en el bosque, mis brazos rodeando mi cintura en un intento desesperado de calentarme. El eco de los pasos de Damon se ha desvanecido hace tiempo, pero su ausencia me quema más cruelmente que el viento helado que se filtra a través de mi vestido ligero.

Mi corazón aún late a un ritmo frenético. La sensación de sus labios sobre los míos, de sus manos ardientes recorriendo mi piel, está grabada en mi memoria. Y sin embargo, él se ha ido. Una vez más.

Me deslizo contra el tronco de un árbol, mis rodillas dobladas contra mi pecho. La bruma nocturna se aferra a las hojas, una fina película de humedad cubriendo mis brazos desnudos.

¿Por qué siempre se aleja?

¿Por qué me huye cuando arde con el mismo deseo que yo?

Cierro los ojos, intentando calmar el tumulto en mi pecho. Pero todo lo que siento es este vacío inmenso que deja tras de sí.

— ¿Realmente crees que te dejará entrar?

Me incorporo bruscamente, el corazón latiendo. Una silueta emerge de la sombra de los árboles, sus ojos dorados brillando en la oscuridad.

Cillian.

Su sonrisa es cruel, sus colmillos brillando bajo la luz de la luna. Viste de negro, un largo abrigo de cuero flotando detrás de él como una estela de oscuridad.

— ¿Qué haces aquí? —escupo.

Se acerca lentamente, sus movimientos felinos traicionando un poder contenido.

— He venido a salvarte.

— ¿De qué?

Se agacha frente a mí, su mirada penetrante anclada en la mía.

— De Damon.

Sacudo la cabeza, el aliento entrecortado.

— No me hará daño.

Una risa oscura escapa de sus labios.

— ¿De verdad? Eso es lo que casi hace, ¿no? Iba a marcarte. No puedes imaginar lo que eso implica.

Aprieto los puños, la rabia creciendo en mí.

— No es asunto tuyo.

— Sí, lo es.

Se acerca aún más, tan cerca que siento su aliento sobre mi piel.

— Si Damon te marca, te poseerá. Cuerpo y alma. No serás tú misma. Serás su cosa.

Trago saliva, perturbada.

— Nunca me hará eso.

Cillian ríe suavemente, su mirada brillando de malicia.

— No podrá evitarlo. La sangre negra que corre por sus venas es una maldición. Si le perteneces, te destruirá.

Tiemblo ante la intensidad de sus palabras, pero me niego a dejar que el miedo me envuelva.

— ¿Y tú, Cillian? —susurro. ¿Qué quieres, en realidad?

Su sonrisa se ensancha.

— A ti.

Mi aliento se detiene en mi garganta.

Él extiende una mano hacia mí, sus dedos rozando mi mejilla.

— Únete a mí, Alina. Puedo protegerte de él. Puedo ofrecerte una libertad que él nunca podrá darte.

Lo empujo violentamente, levantándome de un salto.

— No necesito tu protección.

Su expresión se oscurece.

— No entiendes, Alina. Si Damon te marca, cederá al poder de la sangre negra. Y entonces, no habrá vuelta atrás. Solo serás un peón en sus manos.

Lo miro, el aliento entrecortado.

— ¿Y si esa fuera mi elección?

Un silencio tenso se instala entre nosotros.

Cillian avanza, sus ojos dorados brillando con un destello peligroso.

— No es una elección. Es una maldición.

Me doy la vuelta, huyendo a través del bosque. El susurro de las hojas bajo mis pies se mezcla con el sonido de mi corazón latiendo en mis oídos. Corro, las lágrimas quemándome los ojos.

No sé adónde voy.

Solo quiero alejarme de todo esto.

De Damon. De Cillian.

De este destino cruel que parece querer desgarrarme en dos.

Pero mientras emergo de un sendero, una mano surge de la sombra y me agarra la muñeca.

Grito, debatiéndome, pero el agarre es implacable.

— Alina.

La voz es áspera, rota.

Levanto la vista y encuentro la mirada oscura de Damon.

Está allí, sin aliento, su torso desnudo cubierto de sudor, rasguños y marcas oscuras surcando su piel.

— ¡Suéltame! —grito, pero él no se mueve.

— No.

Sus ojos brillan con un brillo intenso, el rojo pulsando en su mirada.

— Te dije que te fueras.

— ¡No me iré! —replico, la voz temblorosa. Puedes empujarme tanto como quieras, Damon, pero soy tuya.

Sus dedos tiemblan contra mi piel.

— Te voy a hacer daño.

— ¡Entonces hazme daño!

Sus mandíbulas se contraen.

— Alina…

Extiendo la mano y toco su mejilla. Él tiembla bajo mi contacto.

— No tienes que luchar solo.

Su respiración se acelera, su pecho elevándose violentamente.

— Soy peligroso.

— No me importa.

Me pongo de puntillas, mis labios rozando los suyos.

— Te pertenezco.

Un gruñido áspero surge del fondo de su garganta. Me atrae bruscamente contra él, su mano envolviendo mi nuca.

— Alina…

Sus labios caen sobre los míos con una brutalidad devoradora.

Me aferro a él, mis manos deslizándose a lo largo de sus hombros tensos. Gruñe, besándome más fuerte, más profundamente, hasta que el mundo que nos rodea desaparece.

Cuando finalmente se aparta, su frente reposa contra la mía.

— Te protegeré.

— Lo sé.

Pero mientras me abraza, una sombra se desliza entre los árboles.

Cillian nos observa, su mirada dorada brillando de ira y celos.

— Te lo advertí, Alina —susurra en la sombra. Si eliges a Damon… morirás con él.

Pero no me importa.

Porque en este momento, en los brazos de Damon, sé que estoy exactamente donde debo estar.

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