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Capítulo 19 – Los Vínculos del Destino  

Damon  

El calor de su cuerpo contra el mío es lo único que logra apaciguar el caos en mí. Alina está aquí, acurrucada en mis brazos, su ligero aliento acariciando mi piel desnuda. Pero incluso ahora, mientras la sostengo firmemente contra mí, siento el peligro acechando en la sombra.  

Cillian.  

Aún lo siento. Su olor. Su aura. Esa malicia insidiosa que se infiltra en el aire, dejando tras de sí una marca indeleble.  

Apreto a Alina un poco más fuerte, hundiendo mi rostro en su cabello.  

— Estás demasiado cerca de él —gruño.  

Ella tiembla en mis brazos.  

— No me ha hecho nada.  

Me aparto ligeramente, mi mirada oscura cruzándose con la suya. Sus ojos brillan en la oscuridad, llenos de esa dulzura embriagadora que me vuelve loco.  

— Esa no es la cuestión.  

— Entonces, ¿cuál es la cuestión? —pregunta con voz tranquila, pero su corazón late demasiado rápido. La oigo.  

La miro durante un largo momento antes de pasar una mano por su cabello.  

— Te desea.  

— ¿Y tú? —murmura.  

No respondo. Porque la respuesta es obvia. Está grabada en la tensión de mis músculos, en el fuego que arde en mis venas cada vez que está cerca de mí.  

— Me perteneces —susurro finalmente. — Desde el principio.  

Un escalofrío recorre su espalda, y ella baja la mirada.  

— ¿Y si me niego a ser poseída?  

Deslizo un dedo bajo su mentón, forzando su mirada a volver hacia mí.  

— Puedes intentarlo, pero eso no cambiará nada.  

Su aliento se acelera, y siento el aumento de su calor. Su olor me envuelve, dulce y embriagador. Mi lobo ruge, impaciente, listo para marcarla, para hacerla suya de una vez por todas.  

Pero me contengo.  

— No me das miedo, Damon —murmura.  

— Deberías.  

Ella coloca una mano sobre mi pecho, donde mi corazón late con fuerza bajo su palma.  

— Nunca me harás daño.  

La atraigo bruscamente hacia mí, mis labios rozando su oído.  

— No se trata de voluntad, Alina. Se trata de naturaleza.  

Ella levanta la vista hacia mí, su mirada ardiente de una mezcla de desafío y deseo.  

— Entonces cambia tu naturaleza.  

Un rugido rueda en mi garganta.  

— ¿Crees que es tan simple?  

Ella asiente lentamente.  

— Si me amas, sí.  

El silencio se alarga entre nosotros, tenso, eléctrico. Su aliento se entrelaza con el mío, su corazón latiendo al unísono con el mío.  

— Alina…  

No tengo tiempo para terminar mi frase. Un ruido sordo resuena en el bosque, una rama que cruje bajo un peso pesado. Me enderezo, el lobo en mí despertándose de inmediato.  

Alina se tensa en mis brazos.  

— ¿Hay alguien ahí?  

Gruño, mis sentidos alerta.  

— Quédate detrás de mí.  

Ella abre la boca para protestar, pero le lanzo una mirada oscura. Ella se calla, retrocediendo ligeramente.  

Me enderezo, mis músculos tensos bajo la tensión que palpita en el aire. Capto un olor. Furtivo. Metálico.  

Sangre.  

Y luego sale de la sombra.  

Cillian.  

Sus ojos dorados brillan bajo la luz de la luna, y una sonrisa cruel estira sus labios.  

— Qué conmovedor —murmura mientras avanza lentamente—. El lobo solitario que cree que puede proteger a su omega.  

Gruño, mis garras saliendo bajo la ira.  

— Ya te dije que te mantuvieras alejado de ella.  

Él se ríe.  

— Y yo ya te dije que no eres tú quien decide.  

— Ella es mía.  

— No pertenece a nadie, Damon. Ni siquiera a ti.  

Mi sangre hierve en mis venas. Me acerco, mis ojos brillando con un resplandor rojo sangre.  

— Lárgate.  

Él se detiene, su sonrisa ensanchándose.  

— ¿Y si me niego?  

Me lanzo sobre él antes de que termine su frase. Nuestros cuerpos chocan con violencia, y rodamos por el suelo en una avalancha de garras y colmillos.  

Cillian responde, sus garras clavándose en mi hombro. El dolor es agudo, pero lo ignoro. Agarro su cuello, empujándolo contra un árbol con una fuerza brutal.  

Él gruñe, sangre fluyendo de su labio partido.  

— Eres solo un animal roto, Damon —escupe—. No mereces a Alina.  

Levanto el puño, listo para golpear, pero una pequeña mano se aferra a mi brazo.  

— ¡Damon!  

Alina.  

Ella está aquí, sus ojos brillando con lágrimas, su voz temblorosa.  

— Para.  

Mi corazón se contrae. Mis músculos se congelan bajo la orden silenciosa que acaba de darme.  

Suelto a Cillian, que cae pesadamente al suelo, una mueca torcida en el rostro.  

— ¿Ves? —susurra—. Ella ya te controla.  

Me acerco a él, pero Alina se interpone entre nosotros, una mano sobre mi pecho.  

— Se acabó, Damon.  

La miro un instante, la respiración entrecortada.  

Él se levanta lentamente, limpiándose la sangre que fluye de su mentón.  

— Esto es solo el comienzo —murmura—. Si crees que puedes mantenerla, te equivocas.  

Se aleja, desapareciendo en la sombra.  

Me quedo allí, con la respiración entrecortada, el corazón latiendo a un ritmo frenético.  

Alina coloca una mano sobre mi mejilla, su mirada llena de preocupación.  

— Damon…  

Cierro los ojos bajo su contacto.  

— No dejaré que te lleve —murmuro.  

Ella asiente, elevándose sobre la punta de los pies para rozar mis labios con los suyos.  

— Lo sé.  

La beso suavemente, mis brazos envolviéndose a su alrededor.  

Pero un pensamiento oscuro persiste en mi mente:  

Cillian no se detendrá aquí.  

Y la próxima vez… tal vez no pueda contenerme.

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