Damon
El calor de su cuerpo contra el mío es lo único que logra apaciguar el caos en mí. Alina está aquí, acurrucada en mis brazos, su ligero aliento acariciando mi piel desnuda. Pero incluso ahora, mientras la sostengo firmemente contra mí, siento el peligro acechando en la sombra.
Cillian.
Aún lo siento. Su olor. Su aura. Esa malicia insidiosa que se infiltra en el aire, dejando tras de sí una marca indeleble.
Apreto a Alina un poco más fuerte, hundiendo mi rostro en su cabello.
— Estás demasiado cerca de él —gruño.
Ella tiembla en mis brazos.
— No me ha hecho nada.
Me aparto ligeramente, mi mirada oscura cruzándose con la suya. Sus ojos brillan en la oscuridad, llenos de esa dulzura embriagadora que me vuelve loco.
— Esa no es la cuestión.
— Entonces, ¿cuál es la cuestión? —pregunta con voz tranquila, pero su corazón late demasiado rápido. La oigo.
La miro durante un largo momento antes de pasar una mano por su cabello.
— Te desea.
— ¿Y tú? —murmura.
No