Alina
La noche está silenciosa. Demasiado silenciosa.
Abro lentamente los ojos, sintiendo un calor difuso que me envuelve. Mi cuerpo es pesado, pero un pulso suave y regular late en mi pecho. El dolor ha desaparecido, reemplazado por una extraña sensación de vacío… y de plenitud.
Estoy viva.
Mi mano se desliza lentamente sobre las sábanas de seda. Un aliento cálido acaricia mi nuca, seguido de una mano poderosa que se posa en mi cadera.
— Alina…
Su voz es grave, áspera, marcada por una fatiga que siento hasta en mis huesos.
— Damon…
Me giro hacia él, mis ojos encontrando sus iris de un rojo profundo. Su mano se aprieta suavemente en mi cadera, como si temiera que desaparezca.
— Estás aquí… susurro.
Él asiente, deslizando sus dedos por mi cabello enredado.
— Te creí perdida, murmura.
Me estremezco bajo la caricia de sus dedos. El calor de su aliento roza mi mejilla mientras se acerca, sus labios deslizándose lentamente contra mi sien.
— Estoy aquí gracias a ti.
Un escalofrío me atravie