Eliana cerró la laptop con frustración, su respiración era agitada. El hacker había logrado vulnerar su sistema otra vez. Aunque había intentado reforzar la seguridad, cada vez que lograba cerrarle una puerta, él encontraba otra manera de entrar. Y esta vez había sido peor.
Se llevó una mano a la frente y trató de calmarse. No podía trabajar en una red comprometida, necesitaba un equipo limpio, seguro, y solo podía pensar en una persona que podía ayudarla.
Tomó su bolso con rapidez y salió de su oficina.
—Andrea, me voy un momento. No le abras a nadie y si pasa algo, llámame de inmediato.
Su asistente la miró con preocupación.
—¿Estás bien?
—No, pero lo estaré en cuanto ponga mis manos en un sistema seguro.
Sin esperar respuesta, se dirigió directamente al estacionamiento, subió a su auto y en cuestión de minutos llegó a uno de los edificios cercanos a su casa. Isaac vivía allí.
Golpeó la puerta con impaciencia y a los pocos segundos, su amigo apareció con una ceja levantada.
—¿Eliana