Eliana pasó horas frente a la pantalla, programando con meticulosidad su siguiente movimiento. Si el hacker quería robar su información, ella misma le daría algo para que se entretuviera.
Andrea la observaba con los brazos cruzados, mordiéndose el labio inferior.
—¿De verdad crees que caerá en esto?
Eliana no apartó la vista de la pantalla mientras sus dedos se movían con rapidez sobre el teclado.
—Sí. Si algo he aprendido de este hacker es que se mueve con confianza, cree que tiene el control. No va a resistirse a la tentación de acceder a un archivo con el nombre clave del proyecto.
Andrea se inclinó un poco para ver lo que hacía.
—¿Y qué tendrá ese archivo?
Eliana esbozó una sonrisa astuta.
—Un proyecto falso, incompleto, con cálculos erróneos y estrategias mal planteadas. Si logra robarlo y lo usan, estarán condenados al fracaso.
Andrea soltó una risa incrédula.
—Eso es... brillante.
—Es lo mínimo que se merece —murmuró Eliana—. Pero eso no es todo. También voy a incrustar un rast