Capítulo 298: La visita y una verdad que espera ser dicha.
La noche había caído sobre la ciudad con una suavidad inesperada, como si el cielo supiera que en ese hogar, por fin, había un respiro de calma. Las luces cálidas de la casa de Eliana brillaban desde las ventanas como un faro, anunciando algo que hacía mucho no se sentía allí: vida.
Samuel descansaba en el sofá, envuelto en una manta de astronautas y riendo con un episodio viejo de dibujos animados. José Manuel estaba en la cocina, terminando de servir una infusión que Eliana preparaba cada noche desde que el niño regresó del hospital. Y justo cuando ella colocaba las galletas en la mesa, sonó el timbre.
Eliana se limpió las manos y fue a abrir.
—¡Tía Eliana! —gritó Gabriel, lanzándose a sus brazos como un rayo de energía pura.
—¡Gabriel! —rió ella, alzándolo entre sus brazos mientras Isaac y María José entraban con sonrisas cargadas de alivio.
—Esperamos que no sea tarde —dijo María José mientras sostenía un ramo de flores color crema y una bolsa con pan recién horneado—. Gabriel no