Capítulo 297: La noticia que lo cambió todo.
La luz del amanecer se colaba por los grandes ventanales del hospital, dorando los bordes de las cortinas blancas. Eliana había pasado la noche en una silla incómoda al lado de la cama de Samuel, con la cabeza recostada sobre el borde del colchón, su mano entrelazada con la del niño como si de ese contacto dependiera su mundo entero.
José Manuel había llegado temprano, con el cabello alborotado y una taza de café en cada mano. Al verla dormida, no tuvo el corazón para despertarla, así que se sentó en silencio frente a ellos, contemplando la escena. Esa imagen –su hijo dormido y Eliana velándolo– era como un bálsamo inesperado que le acariciaba el alma.
El murmullo de pasos apresurados en el pasillo los sacó de su calma. Eliana alzó la vista justo cuando la puerta se abrió, y dos médicos entraron acompañados de una enfermera con una carpeta gruesa en sus manos. El corazón de ambos adultos dio un brinco, aunque no dijeron nada. Solo se pusieron de pie con una mezcla de temor y esperanza