Aquel día que había comenzado con un impulso repentino, cruzar la calle, buscar compañía en medio del silencio, terminó convirtiéndose en algo mucho más profundo de lo que Eliana hubiera imaginado. No hubo grandes eventos ni noticias importantes. Solo la simpleza de estar, de compartir. Y a veces, eso bastaba para sanar un poco.
La mañana avanzó entre pequeños gestos y sonrisas suaves. Isaac había decidido no ir a trabajar ese día. Dijo que podía darse el lujo de quedarse en casa y disfrutar de su familia… y de su invitada especial. María José, todavía en proceso de recuperación, caminaba con lentitud, pero con una expresión más serena que los días anteriores. Y Gabriel… Gabriel parecía no tener problema en llenar todos los espacios vacíos con su energía radiante.
—¿Te gusta este dibujo, tía Eliana? —preguntó, enseñándole una hoja donde un sol desproporcionado reinaba sobre una casa de colores extraños.
El corazón de Eliana dio un vuelco al escucharlo decir “tía Eliana”. No por el tít