Eliana miró a su alrededor. La casa se llenaba poco a poco de colores, risas y vida. Y aunque su corazón seguía herido, ver a Gabriel tan feliz, ver la mesa decorada, las flores en los jarrones y el letrero de “Bienvenida a casa” colgado sobre la chimenea… le dio una punzada de esperanza.
José Manuel se acercó con una bandeja de limonada y la dejó sobre la mesa. Le rozó la mano al hacerlo, sin querer. O quizás sí. Eliana no dijo nada, solo se apartó sutilmente y volvió su atención a los niños.
Y así, entre risas de infancia, globos que escapaban de las manos y recuerdos que dolían y sanaban al mismo tiempo, se preparaba un nuevo capítulo. No solo para María José… sino quizás también, para todos los demás.
El auto se detuvo frente a la casa. Isaac apagó el motor en silencio y se giró hacia María José, que observaba la fachada con una mezcla de nervios, nostalgia y emoción contenida. Sus ojos se humedecieron al ver los globos de colores, las flores colgando de las ventanas, el letrero g