El abrazo de Isaac todavía pesaba sobre sus hombros como una manta cálida en medio de la tormenta. Eliana sentía que podía quedarse así un poco más… solo un poco más. Pero sabía que no era posible. No podía olvidarse de que había dos pequeños esperándola en casa. Dos corazones frágiles que también necesitaban su presencia para sentirse seguros, para encontrar sentido en el caos que se había desatado en los últimos días.
Eliana respiró hondo, despegándose con suavidad del pecho de Isaac. Levantó la mirada y esbozó una leve sonrisa cargada de agotamiento.
—Ya el chofer debe estar a punto de llegar —dijo, mientras revisaba su celular brevemente—. Necesito volver. Quiero ver cómo siguen los niños. José Manuel debe estar preocupado… con todo lo que ha pasado, no le debe de haber sido fácil calmar a Gabriel y a Samuel.
Isaac asintió en silencio. No necesitaba explicaciones. Entendía el peso que Eliana cargaba, no solo por la situación con María José, sino también por la presión de ser madre