Ya no podía confiar en nadie.
Ethan no había dormido en toda la noche, aunque tampoco podía llamarle “insomnio”, porque la verdad era que ni siquiera había intentado cerrar los ojos.
Desde que Amanda salió de su oficina la tarde anterior, con esa mezcla de cansancio y decepción escondida bajo la piel, algo se le atoró en el pecho.
Ella quería renunciar.
Él la escuchó, había asentido, había guardado las formas, pero por dentro había sido como ver una luz apagarse.
Y la sola idea de perderla le generaba una inquietud absurda, irracional, impropia de él, pero imposible de ignorar, no la había llevado hasta ahí solo para que le hicieran la vida imposible.
No soportaba quedarse sin respuestas, necesitaba… protegerla.
Por eso, el día anterior había caminado directo al departamento de seguridad del edificio, un lugar que rara vez pisaba en persona, pero la preocupación ya le ardía en las venas y necesitaba hechos, no suposicio