Te necesito para tantas cosas.
Dos horas después de la reunión, Amanda seguía sintiendo que caminaba dentro de un sueño ajeno.
Le habían asignado una oficina tan amplia que, sinceramente, creía que era más grande que el departamento que compartía con Rebeca. Y no estaba exagerando.
Tenía un juego de sofás color crema en una esquina, tan mullidos que podía imaginarse perfectamente tomando una siesta ahí después de una jornada larga.
Frente a los ventanales había un escritorio de cristal impecable, con una Mac brillante encima que la miraba con aires de “soy carísima y complicada”. No tenía idea de cómo se utilizaba en detalle, pero se conocía lo suficiente como para saber que aprendería rápido.
—No puede ser real…
A la derecha había un minibar discreto que exhibía botellas de distintos tipos de licor, alineadas con cuidado.
Amanda frunció el ceño.
Siempre se había preguntado cómo hacían los ejecutivos para