Mi ejecutiva favorita.
Amanda apoyó una mano en el escritorio, intentando recuperar el aire con cierta dignidad… pero era imposible.
¿Cómo iba a respirar “normalmente” cuando cada inhalación le traía de regreso el sabor de Ethan en la boca?
Sus labios seguían sensibles, hinchados por los besos que él acababa de darle, su pulso estaba desordenado en algún punto entre su pecho y su vientre, y había un temblor ridículo en sus rodillas del que no lograba librarse.
La situación era absurda.
Ella estaba en su oficina, en su primer día en el Grupo Arista, en lo que debía ser el comienzo de su vida profesional nueva, decente y respetable… y, sin embargo, acababa de estar a segundos de ser usada como decoración sexual sobre el escritorio.
El mismo escritorio carísimo, impecable y perfectamente pulido que ahora la veía tratando de fingir profesionalismo.
Respira, Amanda.
Respira como si no quisieras