Siempre escapas de mí.
Amanda despertó más temprano de lo que habría deseado. Lo supo por el reloj minimalista sobre la mesa de noche, marcando una hora que ninguna persona normal tenía por qué estar despierta. Se removió lentamente entre las sábanas blancas, disfrutando unos segundos más de aquella cama tan cómoda que casi podía convencerla de quedarse a vivir ahí.
“Prohibido acostumbrarte, Amanda. Pro-hi-bi-do.”
Rodó sobre sí misma, suspiró… y se obligó a levantarse.
Pero la realidad la golpeó con la misma fuerza que el aire frío cuando salió de la habitación de huéspedes, estaba en el penthouse de Ethan Van Ness, y cada segundo que permaneciera allí le hacía sentir que estaba abusando de una generosidad que no entendía del todo.
El departamento estaba en silencio absoluto.
“¿Estará dormido? ¿Habrá salido? ¿Y si se despierta y piensa que me estoy aprovechando de su amabilidad?”
Ya le había dado demasiado, una habitación que parecía sacada de una revista de arquitectura, una camiseta que le llegaba a medio