No cantes victoria.
Daniel parpadeó. Fue apenas un tic mínimo, una grieta microscópica en su fachada de superioridad.
Pero Amanda lo vio. Porque cuando tocas el ego de un hombre como él, siempre hay una microfisura, y ella acababa de encontrarla.
Estaba logrando lo imposible. Golpe tras golpe, lo estaba llevando justo al borde.
Solo le faltaba el golpe final.
—Lo rechacé cuando creyó que podía mirarme como mira a las mujeres que se le ofrecen y que caería rendida a sus pies solo por ser Daniel Van Ness. Lo rechacé cada vez que intentó acercarse con esa sonrisa falsa. Lo rechacé cuando me acosó acercándose a mí como un cobarde… y aun así sigue aquí actuando como si yo le debiera algo.
Sintió la tensión en la mandíbula de Daniel antes de verla. Ese músculo duro, ese impulso de apretar los dientes como si así pudiera tragarse la rabia.
—Cuidado con lo que dices…
Amanda casi sonrió. Casi. Porque aq