Pasaron unos meses, y la primavera dio paso al verano. Nuestro árbol de amor — el que mi padre hablaba — estaba creciendo fuerte en el patio de la casa vieja. La rosa blanca había dado más flores, y la maceta de Sofia con la flor roja estaba en la ventana, brillando en el sol.
Un día, Liam llegó a casa con cara seria. “Hay un problema en la aldea”, dijo. “La sequía ha llegado — el río se está secando, y no hay suficiente agua para las plantas y los animales. Los lobos están nerviosos, y algunos que estaban leales a Cayetano están empezando a decir que es culpa nuestra.”
Yo me quedé muda por un momento. Era el primer reto de nuestra nueva etapa como esposos y líderes. “Tenemos que hacer algo”, dije. “Juntos.”
Recuerdo nuevo — Pensé en un verano de cuando era niña, cuando también hubo sequía. Mi padre reunió a la manada y nos enseñó a buscar agua en el bosque, en pozos ocultos que los lobos celestiales habían hecho siglos atrás. “El reto no es el problema”, dijo. “Es cómo nos unimos par