Me desperté con el sol entrando por la ventana de la habitación de la casa vieja. El día había llegado. Escuché voces felices en el patio — Marco y Sofia estaban ajustando las flores, Carlos estaba preparando la comida en una fogata al aire libre. Rosa entró con una taza de café con canela y una sonrisa que iluminaba todo.
“Lista para ser novia?” preguntó.
“Listísima”, dije, aunque sentía los nervios en el estómago — nervios buenos, llenos de amor.
Rosa me ayudó a ponerme el vestido de tela blanca. El bordado de luna que Elena había hecho en la espalda brillaba en el sol. “Mira”, dijo Rosa, pasándome un espejo. “Tu abuela estaría loca de felicidad.”
Recuerdo nuevo — Pensé en cuando mi abuela me tejía el vestido de flores amarillas que llevé a la primera reunión con Liam. “Un día, te haré uno mejor para tu boda”, dijo. “Y serás la luna que ilumina a todos.” Ahora, ese día estaba aquí — y me sentía exactamente como ella dijo.
Elena entró con un ramo de flores: rosas rojas, azucenas blan