Los días pasaron rápidamente, y el otoño dio paso al invierno. La nieve empezó a caer sobre el bosque y la Luna Aullante, cubriéndolo todo de blanco. Rosa estaba en la cocina, preparando sopa de calabaza con la ayuda de Elena — Elena había cumplido su promesa y había cambiado: era amable, trabajadora, y se preocupaba por todos.
“Mira esto”, dijo Elena, mostrándonos el pastel de calabaza que había hecho. “Le puse canela y nueces, como me enseñó mi madre. Espero que les guste.”
Carlos probó un trozo y sonrió. “Está delicioso”, dijo. “Igual que el de mi abuela.”
Recuerdo nuevo — Pensé en los inviernos de cuando era niña. Mi padre me llevaba a patinar en el río congelado. “Mírate”, dijo, riendo. “Eres más rápida que un águila.” Mi abuela me esperaba en casa con sopa de calabaza y pan fresco, y nos aullábamos juntos mientras la luna brillaba sobre la nieve. Ahora, ese mismo calor estaba aquí, en la Luna Aullante, con mi nueva familia.
Marco y Sofia estaban en el patio, construyendo un muñe