Al día siguiente, Ameline se preparó para su salida a comprar con Seth con uno de los vestidos que él le había regalado, mirándose al espejo y preguntándose qué demonios estaba haciendo con su vida.
—Bueno… No es como si mi vida realmente me perteneciera ahora… —Y eso era realmente deprimente de pensar, así que prefirió centrarse en su reflejo en el espejo.
Ameline se quedó unos segundos frente al espejo, examinando su reflejo con cierta frustración.
El vestido que Prissy le había regalado hacía unos días era lindo, cómodo, color crema, con mangas abombadas y detalles bordados en el pecho, un lazo discreto debajo del busto que resaltaba su vientre sin exagerarlo. Se veía maternal, delicada… pero también demasiado inocente, demasiado tranquila. Como si fuera una muchacha inocente e indefensa.
Y de pronto, la imagen le resultó incómoda.
“¿Y si él se presenta con un traje de esos injustamente atractivos que siempre usa, bien peinado y con esa maldita sonrisa de seductor mafioso?”, pe