Seth estaba hundido en su escritorio, rodeado de mapas y documentos desordenados, la luz de una lámpara vieja proyectando sombras duras sobre su rostro cansado.
Tucker estaba a su lado, revisando un informe con la concentración de un halcón, el silencio entre ellos roto solo por el rasgar de un bolígrafo y el ocasional crujir de papel.
Habían pasado tres horas desde que Ameline y Prissy se fueron, y Seth apenas había levantado la vista, perdido en los detalles de Frogtail y el reloj.
El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de su trance y, al girarse, frunció el ceño al ver a Ameline y Prissy regresar de nuevo, tan pronto, a pesar de que le había dado 24 horas para decidir.
—¿Ya están de regreso? —murmuró, su voz cargada de sorpresa mientras se enderezaba en la silla.
Prissy dio un paso adelante, nerviosa, sosteniendo su laptop casi como si fuera un escudo.
—Sí, ya decidimos lo que quiere Ameline —dijo, abriendo la pantalla con dedos temblorosos y colocándola frente a Seth.
La