El otro no

Al día siguiente, Ameline tuvo que reunirse con Seth justo frente a la puerta que los llevaría al lugar donde Bianca estaba encerrada.

En cuanto ella llegó, él abrió la puerta y entraron sin decir palabra.

Seth avanzó por el pasillo sombrío que llevaba a las celdas, el eco de sus botas resonando contra las paredes de piedra húmeda, mientras Ameline lo seguía a una distancia prudencial, preparándose mentalmente para lo que seguía.

“Estuve toda la noche preparándome, pero… incluso así, no sé si resistiré…”

La luz tenue de las lámparas parpadeantes apenas iluminaba el camino, proyectando sombras que se retorcían como fantasmas. Él abrió la pesada puerta de metal de la celda de Bianca con un chirrido que cortó el silencio, y Ameline, que lo seguía a unos pasos, tomó una profunda bocanada de aire, como si necesitara llenarse de valor antes de entrar.

Sus pasos fueron lentos, casi renuentes, mientras cruzaba el umbral, sus ojos ajustándose a la penumbra hasta que por fin la vio.

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