Prissy siguió intentando levantarle el ánimo, pero para Ameline fue imposible dejar de pensar en Seth y en lo mucho que la confundía.
Ameline suspiro lentamente, forzandose a que la energía optimista de Prissy la envolviera como un bálsamo temporal, aunque el peso de sus miedos seguía anclado en su pecho.
Se acomodó en la cama junto a ella, decidida a aferrarse a ese instante de apoyo mientras el eco de las palabras de Seth reverberaba en su mente, un recordatorio constante de que la batalla por su libertad estaba lejos de terminar.
"Sigo en peligro", pensó, su mirada perdida en el vacío mientras imaginaba lo peor: si Seth ordenaba "mátenlos", ella y sus dos únicos amigos, Kato y Nataniel, quienes la habían sostenido durante años incluso siendo ella una pobre indigente, serían eliminados sin dudarlo. Y eso, bajo ninguna circunstancia, lo permitiría.
Prissy se recostó a su lado y abrió la computadora y comenzó a deslizar fotos de sus viejas vacaciones: playas de arenas doradas en Ta