Seth se puso de pie con un movimiento lento pero decidido, el crujido de la silla rompiendo el silencio tenso de la oficina. Miró a Ameline con una expresión fría, sus ojos oscuros evaluándola por última vez antes de hablar.
—Bien, me voy. Tengo que trabajar. Hay cosas que organizar —dijo, su voz firme mientras se giraba hacia la puerta, las botas resonando contra el suelo de madera con cada paso. Ameline sintió un impulso repentino, su mano extendiéndose instintivamente hacia él.
—Espera —lo llamó, su voz cortante mientras se levantaba de la silla, el corazón latiéndole con fuerza—. ¿De verdad viniste hasta aquí en un avión solo por eso? —preguntó, sus ojos buscando los de él, una mezcla de incredulidad y sospecha en su tono. Seth se detuvo en seco, su mano en el picaporte, y dejó escapar un suspiro largo y pesado, como si cargara con el peso del mundo.
Se giró a medias, mirándola por encima del hombro.
—No, no es solo por eso. Hay otra cosa que quiero hablar contigo, pero no aho