Mientras tanto, fuera de la habitación, Seth estaba de pie junto a la puerta entreabierta, su figura apenas visible en la rendija.
Había llegado justo a tiempo para escuchar la confesión de Nataniel sobre su relación con Ameline, el rechazo a su hermana menor y la promesa de Prissy de ayudarlos.
Sus ojos se entrecerraron, captando cada palabra, y un músculo en su mandíbula se tensó mientras procesaba la información. La mención del bebé como hijo de Nataniel lo golpeó como un puñetazo, avivando una mezcla de celos y sospecha que había estado reprimiendo.
Aun así, se negaba a creer en esas tonterías.
Sin hacer ruido, se apartó cuando el silencio se instaló en la habitación, su mente ya dando vueltas a lo que acababa de oír. Dio media vuelta y caminó con pasos firmes por el pasillo, su destino claro: volver al sótano donde Bianca seguía encerrada.
Al llegar a la celda, la puerta metálica chirrió al abrirse, y Seth entró con una postura autoritaria, sus ojos fijos en la figura demac