Nataniel mantuvo a Ameline en sus brazos envolviéndola con una calidez que contrastaba con el frío que aún sentía en su interior.
Ella sollozó contra su pecho, las lágrimas empapando su camisa mientras él le frotaba la espalda en círculos lentos, un gesto silencioso que la ayudaba a estabilizarse.
Pasaron varios minutos así, el sonido de su llanto disminuyendo poco a poco hasta que solo quedaban pequeños temblores en su respiración. Finalmente, Ameline se apartó, secándose los ojos con el dorso de la mano, y miró alrededor de la habitación. La puerta estaba cerrada, y no había rastro de Seth ni de Emma; estaban solos.
Un suspiro escapó de sus labios, y apoyó la cabeza en el hombro de Nataniel, dejando que el peso de su cuerpo se relajara contra él. Nataniel la miró de reojo, su expresión suave pero preocupada.
—Puedes contarme todo lo que necesites, Ameline. Estoy aquí para ti —dijo, su voz baja y reconfortante, mientras mantenía una mano en su hombro como apoyo. Ella lanzó otro s