Ameline pasó los siguientes días aprovechando su libertad para explorar la mansión y tratar de buscar posibles rutas alternativas para escapar.
Pero claro, los Rinaldi no eran una familia poderosa por nada, tenían mucho personal a su disposición y todos los posibles puntos de entrada o salida estaban fuertemente vigilados.
—Aunque tampoco es que tengan muchos puntos de entrada o salida… —murmuró para sí misma, en la soledad del balcón de su habitación.
Para este punto ya había recorrido toda la casa, y vio solo tres salidas.
Una era la entrada principal, por donde Prissy se despedía de ella en las mañanas para irse alegremente a la escuela y recorría un camino de piedra hasta abordar un auto que la llevaba a las majestuosas rejas principales. Otra salida era la del personal de la mansión, una puerta trasera simple aunque, por lo que había escuchado, a veces era usada para transportar heridos más rápidamente al área de enfermería.
Luego estaba lo que Ameline había comenzado a llama